martes, 20 de diciembre de 2022

ÁRBOLES Y PLANTAS SOLSTICIALES. LA MAGIA DEL INVIERNO

 

ARBOL TOTEMICO

El dulce sol de invierno, acariciaba pausadamente los paisajes nevados, una luz azulada, jugueteaba entre las ramas de las hayas, los robles, los abedules, los espinos, los fresnos y los tejos. En el bosque, todo era silencio, dando la errónea sensación de que la naturaleza dormía. Una paz magnética se apoderaba del entorno, como se apoderaba de mi alma errante de vientos libres que acarician mi esencia de hojarasca y salitre. En la montaña, todo nos susurra, quedamente, que estamos entrando en el invierno, en ese mágico momento en que la natura, decide quedarse a solas consigo misma, y las cumbres visten sus mejores galas blancas. Quizás sea el momento de acurrucarse al calor del fuego protector, escuchando el eco acogedor de las castañas asándose en el tamboril, quizás sea el momento de desgranar, como lo hicieron durante milenios quienes nos precedieron, las viejas leyendas de nuestros bosques.


BELLO VESTIDO BLANCO

Todo a nuestro alrededor, nos grita, con ese sutil silencio del bosque, que nos acercamos a uno de los momentos más mágicos del año, un momento que fue de vital importancia para nuestros ancestros, que nos encontramos en el solsticio de invierno. Nuestros antepasados, estaban acostumbrados a observar los distintos ciclos de la naturaleza, no en vano, ellos eran parte intrínseca de esa naturaleza, y de ella dependía su propia supervivencia, eran naturaleza. Hoy hemos olvidado ese nexo, pero de alguna misteriosa forma, seguimos siendo naturaleza, algo en nuestro Yo más arcaico y ancestral, sigue siendo naturaleza, solo tenemos que rascar un poquito en todas esas capas de convencionalismos opresores, y volver a ser bosque. 


EL BOSQUE EMBAUCADOR

El momento solsticial, que en nuestras latitudes es hoy, miércoles, 21 de diciembre, no pasó desapercibido para ellos. Era este, el momento en que la luz comenzaba a ganar terreno a la oscuridad, no debemos olvidar que la noche del solsticio de invierno, es la noche más larga del año, a partir de ese momento, la noche comienza a acortarse paulatinamente. Pero tampoco escapó a nuestras mayores, que en ese momento el sol es cuando menos fuerza tiene, del astro rey dependía el que germinaran las plantas y árboles, es decir, alimento, madera con la que generar materiales de construcción, combustible,…cobijo y calor. Por todo ello, era imprescindible que este sol recuperara toda su energía milenaria, en estas fechas. Los hombres y mujeres, ponían de alguna forma, su granito de arena, en esta descomunal tarea, ayudaban a reforzar al sol, mediante el uso del fuego. 


SOL PROTECTOR

Existe una llamada “teoría solar”, que ve en el fuego una especie de hechizo empleado por el hombre, en ese momento de decadencia de la luz solar. De alguna forma, con el empleo del fuego, se trata de suplir, con ceremonias o rituales, más o menos mágicas, esa carencia de luz, reforzando, igualmente esa debilidad solar. Según esta teoría, el fuego sería considerado como un elemento provisto de energía positiva y activa, energía estimulante, creativa, fuente de salud y de vida que se debe mantener a toda costa. Otras teorías nos hablan de que el fuego, tendría un carácter más purificador, que tendrían como finalidad el destruir energías negativas.

FUEGO PROTECTOR

Vinculado a este hecho del empleo del fuego, encontramos un interesantísimo elemento, vinculado al solsticio de invierno, el Tronco de Navidad. Un arcaico ritual, que se ha observado en muchos puntos de la vieja Europa, y que nos enlaza directamente con los viejos cultos a los árboles, con ritos, que quizás nos lleven hasta tiempos prehistóricos, ritos que nos vinculan deliciosamente con lo más arcaico de la vieja cultura ancestral.
Se trata de un leño que debía arder en el fuego del hogar en las fechas de Navidad, estas festividades navideñas, vinieron a cristianizar, los antiguos cultos, vinculados, precisamente, al solsticio de invierno. Son muchas las variables que se nos presentan en este ritual del tronco navideño. De forma genérica, el árbol se elegía en el bosque, generalmente uno de los mejores ejemplares del mismo, de la especie más abundante, como robles o hayas, por ejemplo.
Luego venía, algo realmente increíble, se debía acudir a donde ese árbol cada día, y explicarle el motivo por el cual debía ser derribado. Quizás para dar aviso a los seres, a las energías, que en él habitaban, para que tuvieran tiempo de buscarse otro alojamiento. Pero también, se les pedía, que dejaran parte de su energía en el árbol, para que lo pudiéramos utilizar en nuestro beneficio, impresionante, ¿verdad?.
Tras cortar el tronco, era arrastrado al hogar, por una yunta de bueyes, y se guardaba en la casa, pero, eso sí, con un trato especial. Se conservaba con mimo en el desván, o en la cuadra, incluso en una esquina de la entrada de la casa. Llegaba entonces el momento de colocarlo en el fuego del hogar, utilizando, igualmente, diferentes formulas según los lugares.

ARBOLES ESPECIALES

UNA TRADICION IBERICA,…

La tradición del Tronco de Navidad, la observamos a lo largo y ancho de la Península Ibérica, con matices, variedades y peculiaridades, propias, pero que beben de una misma fuente original, el arcaico culto a los árboles, o los espíritus que los habitan.

De esta forma, en Galicia, concretamente en la zona de Los Ancares, se encendía el llamado “Lume novo”, en Nochebuena. Debía arder hasta casi consumirse, momento en que un resto se conservaba para utilizarlos, en momentos claves, por ejemplo durante una tormenta. En esta bella región galaica, y según recogiera Manuel Murgía, ardía en el fuego del hogar, el primer día del año, el llamado Tizón de Navidad, que estaría relacionado con las almas de los muertos de la familia.

En Asturias, encontramos el Nataliegu, que solía ser un tronco de roble, árbol profundamente sagrado en muchas antiguas culturas europeas. También es conocido como El Tueru Nadaliegu, y debía arder toda la noche de Nochebuena. Luego era empleado en diversas funciones, como la de guardar sus restos, para atraer la fortuna a la casa. Sus cenizas se empleaban para echarlas al campo, también con caracteres profilácticos.

En Cantabria quemaban en estas fechas solsticiales “El Travesero”, que ardía durante la noche mágica de Nochebuena, mientras la familia cenaba a su vera. No debía de apagarse, pues si así sucedía, traería desgracias a la casa. Se colocaban otros troncos menores, cuyos restos se conservaban, y se empleaban para prevenir el hogar de las tormentas.


TEJO

En el País Vasco, se tiene muchas referencias del uso del Tronco de Navidad, en varias versiones. En determinados lugares debía arder toda la noche, en otros hasta la Epifanía, e incluso en determinados pueblos, lo mantenían encendido todo el año. Aquí se le llama de multiples formas, Sukileko, en Valcarlos; Gabon egurra en varios pueblos navarros; Gabon-Subil, en Antzuola; Subilaro egurra, en la Aezkoa. Pero quizás la más curiosa sea Olentzero, que lo vincula al mítico carbonero, que aún hoy, acude en Nochebuena a dejar regalos en las casas. Cuando hablamos de Olentzero, estamos ante los rescoldos de un antiquísimo culto arbóreo, que de alguna forma, tomó la forma de este tronco de Navidad, y a lo largo del tiempo evolucionó hacia el personaje que conocemos actualmente.


OLENTZERO

No es casual, que Olentzero se presente como un habitante del bosque, un carbonero, que aparece una vez al año, para retirarse a lo más profundo de la floresta, el resto del ciclo anual. Tal vez sea, de alguna forma, la representación de un espíritu protector del bosque. La vieja mitología, nos dice que Olentzero, fue el último de los jentiles, raza de gigantes míticos, que bajó al pueblo a dar la noticia del nacimiento de Cristo, cuando todos sus congéneres se refugiaron bajo el dolmen de Jentilarri, en la sierra de Aralar.

DOLMEN DE JENTILARRI

En el área pirenaica y Cataluña, encontramos varios elementos comunes, que se llaman la “Tronca de Navidad”, o el “Tió”, a estos árboles se les rellenaba de dulces, y en ocasiones se les abrigaba con una manta. Los niños debían golpearle, con el fin de que “cagara”, el contenido de su interior, en una clara referencia a la fertilidad. Después debía arder hasta Reyes, sus cenizas, lo mismo que otras regiones, se recogían para su uso profiláctico.

En Castilla se daba el “Nochebueno”, como en Soria, Ciudad Real, Segovia, Toledo, Ávila, Burgos, Guadalajara, Madrid o Albacete. En este caso, sucede como en los anteriores, el leño arde la noche de Nochebuena, y se recoge un trozo del mismo y sis cenizas para usos protectores posteriores.

Nuestros vecinos portugueses, también celebraban el rito del tronco de Navidad, llamado en estas tierras “Madeiro de Natal”, en donde se baja un árbol del monte, llamado “Canhoto”, que se elige con anterioridad. Se le lleva al pueblo, donde se reparte entre los vecinos para su quema en el solsticio. Esta costumbre de elegir un árbol concreto, se ha observado también en el País Vasco, donde  el señor del caserío, debía acudir diariamente, durante un periodo de tiempo que desconocemos, a explicar al árbol el motivo por el que debía ser derribado. En varias zonas de Europa, incluida la nuestra, era costumbre, pedir perdón al árbol por derribarlo, bajo distintas formulas, como la que dice: “Nosotros te derribamos, tú perdónanos”. En este ritual, se observa una petición de perdón a los seres mágicos, energías o númenes, que habitan el bosque. De igual manera, se avisaban a estos seres, para que se fueran a otro árbol, y para pedirles, que parte de su energía quedara en el árbol a derribar.

En muchas zonas de España y de Portugal, estas tradiciones solsticiales están acompañadas de mascaradas invernales. Desde las conocidas de Silió en Cantabria, los Joaldunes de Navarra, el Zangarrón zamorano, o los Parragones de Ávila, por citar alguno de ellos.


IOALDUNES DE ZUBIETA E ITUREN

…Y EUROPEA

No podemos dejar de citar el uso del tronco de Navidad, en gran parte de Europa. En la zona de Westfalia, Alemania se le llamaba “Der Christbrand”, “Souche”, en Normandía, o “Kef de Nedelek”, en la Bretaña Francesa.

BOSQUE DE IRATI

Sin olvidarnos de la fiesta del Yule, profundamente vinculada con este ciclo invernal. Esta festividad es originaria de los pueblos nórdicos, y era eminentemente familiar, dedicada precisamente, a la familia, ancestros y amigos ausentes, pero también se la relacionaba con la fertilidad. En ella. La familia se reunía para comer frente a una abundante mesa, se colocaban leños especiales en el fuego, o se decoraban con piñas y velas determinados árboles. También era tradición colocar muérdago en las casas. Esta es una planta considerada sagrada, pues no pertenece ni al aire, ni a la tierra. El muérdago vive en los árboles, de los que toma sus nutrientes, sin tocar el suelo. Era muy apreciado por los druidas celtas, sobre todo el que crecía en el roble, su árbol sagrado. El muérdago fructifica en el solsticio de invierno, por lo que se le ha tenido como un símbolo de la fertilidad. También está relacionado con la facultad de abrir puertas, incluida las de los sueños, por lo que en Austria, se colocaba en el umbral de la puerta para librar a los moradores de pesadillas. Este vínculo de abrir nuevas puertas, de forma simbólica, y su vínculo con la fertilidad, es posible que sea el origen de la tradición de besarse bajo el muérdago en Año Nuevo, nuevos tiempos y fertilidad para la pareja.

 

MUERDAGO

Dejemos que las viejas tradiciones, los arcaicos rituales, la vieja cultura de las montañas, acudan a nuestro universo, dejemos que nos atrapen en sus sublimes redes mágicas, que nos susurren quedamente, que somos naturaleza, que seguimos siendo bosque.