martes, 12 de marzo de 2013

LAS CUEVAS EREMITICAS DE LAÑO


EL MISTERIO DE LOS HABITANTES   DE LAS ROCAS
 
 

Enclavado en el extremo sureste del Condado de Treviño, se sitúa el pequeño pueblo de Lañu (Laño), oculto en un precioso y coqueto valle rodeado de bosques y de campos de cultivo, parece querer mantenerse al margen del alocado sistema de vida actual. Esta aldea ubicada en la montaña treviñesa, esconde un precioso tesoro que cuenta al viajero curioso historias de eremitas, ascetas, viviendas trogloditas, en fin de misterios enraizados en lo más profundo de nuestra cultura, que se nos presentan al alcanze de la mano para conocerlos con humildad y curiosidad.


A la entrada del valle en el que se ubica Lañu, muy cerca de la localidad, encontramos un desfiladero que albega antiguas cuevas excavadas en la roca por los primeros cristianos de éstas tierras, tal vez ascetas que voluntariamente pretendián huir de los lujos de la iglesia oficial. El conjunto se divide en dos zonas, a la derecha según entramos en el valle dirección Lañu, se localiza el conjunto de cuevas denominado “Las Gobas”, y a nuestra izquierda el conjunto denominado “Santorkaria”. Una bonita forma de acercarse a conocer ambos enclaves, puede ser caminando desde la misma localidad de Lañu,  siguiendo el camino balizado, paseando entre campos de cereal hasta dar con el acceso hasta el  primero de los conjuntos, “Las Gobas”. Su nombre, parece una derivación de la palabra en euskera “Goba” o “Gobea”, es decir cueva, otra teoría nos dice que sería una derivación de “Godo”, en referencia a los constructores de las mismas. La primera cueva se encuentra un poco apartada del resto de habitáculos, y se denomina “La cueva de la doctora”, según cuenta la leyenda, en ella habitó la última de los gentiles, raza de gigantes mitológicos que habitó en nuestras montañas hasta la llegada del Cristianismo, en el interior de la cueva pueden verse excavadas en la roca un conjunto de tumbas.

 
Inicialmente, las cuevas se excavaron para su utilización como vivienda, allá por el siglo VII, se llegó a crear un auténtico poblado, que constaba además de las viviendas, de lugares de reunión y culto, en algunas podemos ver zonas para el altar, con un pequeño abside, bóveda de cañón, y hasta ornazinas para las reliquias, parece ser que hasta una de ellas ubicada a 11 metros sobre el suelo, se utilizó como silo de almacenamiento. El sistema de excavación, se basaba en realizar unas ranuras en la roca, en las que se introducían unas barras de hierro que golpeandolas, producían los huecos.
 

A finales del siglo IX y principios del siglo X, se traslado el poblado a la actual ubicación de Lañu, fue entonces cuando se aprovecharon los habitáculos como lugar de enterramiento, tallando en la roca tumbas de fromas rectangulares y trapezoidales, creando de ésta forma una autentica necropolis. Pasado el tiempo y perdido el carácter sagrado del lugar, hacia el siglo XVI, se utilizaron como cerramientos para guardar el ganado, y de ésta forma hasta nuestros días en los que tenemos la oportunidad de disfrutar de un lugar cargado de magia y simbolismo, que no todo el mundo sabe respetar como mereciera a juzgar por las pintadas que energumenos se dedican a realizar en los interiores de las cuevas.

Podemos continuar el paseo y aercarnos hasta el enclave de Santorkaria situado frente a nosotros en un agradable paseo, y visitar alguna cueva más ubicada en el mismo.

Merece la pena acercarse hasta Lañu y visitar sin prisa ésta mágico entorno rupestre, admirar el antiguo trabajo de aquellos hombres, que adaptaron el medio a sus necesidades con ingenio y respeto hacía lo que les rodeaba.

sábado, 9 de febrero de 2013



Caminamos despacio,

Sin prisa, absortos

En nuestro caminar,

En nuestros pensamientos y

En la belleza que nos rodea.

Las montañas nos aportan

Sensaciones únicas y

La posibilidad de conocernos

Un poco más a nosotros mismos.

viernes, 1 de febrero de 2013

LA CALZADA DE LOS GENTILES



Marchemos al encuentro de una de las más importantes rutas transhumantes de nuestras montañas, caminaremos sin prisa por la grandiosa calzada de Enirio, la calzada de los gentiles. Pongamonos las botas situados en el aparcamiento del área de recreo de Olasakoi, a la que hemos accedido desde la localidad gipuzkoana de Zaldibia. Como aperitivo tenemos delante de nosotros la impresionante cara oeste del Txindoki, aunque tan sólo es un adelanto de lo que ésta preciosa ruta nos tiene reservado. Obviando el camino de ascenso hacía Auza Gaztelu (por el que terminaremos nuestra ruta), seguimos por la pista cementada hasta alcanzar el comienzo de la calzada justo cuando termina el asfalto junto a una borda, ya comenzamos a ver las losas de piedra por las que caminaremos, y si nos fijamos veremos las huellas que según cuentan  las leyendas, dejaron los carros de los gentiles que por allí pasaban.
 
Los gentiles son unos seres de la mitología vasca, dotados de una excepcional fuerza, a los que se les achaca la construcción de monumentos de enormes proporciones, como dolmenes e incluso iglesias, su raza terminó con la llegada del Cristianismo. Caminando entre hayas trasmochas por un precioso bosque, pasamos por la fuente de Gaintxola y llegamos a una pronunciada curva desde la que distinguimos gran parte de nuestro itinerario, el lógico trazado de la calzada nos atrae irresistiblemente a caminarlo  hasta el collado de Pikoeta que vemos a la derecha.  Tras pasar junto a varias chabolas comenzamos a ganar altura, entramos así en la zona mejor conservada de la calzada, grandes losas engalanan nuestro camino, unido a la maravillosa frondosidad de las hayas, convierten nuestro caminar en un maravilloso paseo.
 
 
Alcanzamos el collado de Pikoeta, donde termina el empedrado y comienzan los rasos de altura, verdes como una alfombra donde pastan, absortas y ajenas, rebaños de ovejas latxa, dejamos a nuestra derecha el dolmen de Kotaleku para llegar un poco más adelante a otro dolmen mucho más grande, el de Jentillarri (piedra de los gentiles).
 
 
Lugar mágico en un rinconcito de la sierra guarda la leyenda de la desaparición de los gentiles, los cuales estaban jugando a la pelota cuando vieron llegar una extraña nube, consultaron al más anciano de la tribu, quien sentenció que era la llegada de Kixmi (literalmente mono en euskera), es decir Jesucristo, y el fin de su era. Ordenó que lo despeñaran y el resto de los gentiles se ocultó bajo las losas del dolmen que tenemos delante. Es un monumento funerario que consta de una cámara de tres metros por  metro y medio cuya cubierta sujetan seis piedras, consta además de una galería y un túmulo, en su interior se han hallado restos de 27 individuos y diferentes útiles. Continuamos nuestro camino por una hondonada frente al dolmen, para acceder a una de las majadas pastoriles más interesantes de Aralar, la majada de Oiudi, situada a unos 840 metros de
altura, tiene algunas de las ya escasas chabolas con tejado de ramas y muros de mampostería que quedan en la sierra, testigos mudos de la antigua ley pastoril de no usar tejas para la realización del tejado pues significaban propiedad, y las chabolas eran comunales, antiguas costumbres que poco a poco se van difuminando en la inmensidad del tiempo. Frente a nosotros junto a una pista encontramos una colina sobre la que se asienta el menhir de Suputaitz, monumento megalitico, también conocido como Sanson Harri, nombre que le vincula al forzudo Sansón de la mitología vasca. Nos encontramos en una zona rica en megalitos, testigos mudos de siglos y siglos de historia y de historias.
 
Retornamos sobre nuestros pasos hasta el collado de Pikoeta, a nuestra derecha un sendero salva una langa, vamos ganando altura por éste camino, mientras se nos abre una hermosa de perspectiva de cumbres, Murumendi, aitzkorri, Gorbea, Anboto y Auza Gaztelu, hacía el cual dirigimos nuestro caminar. Llegamos al collado de Errekonta situado bajo la cumbre de ésta montaña, a la que accedemos por la loma hermosa, en su cima encontramos restos de la antigua torre-fortaleza que ya citada en el siglo XIII, se encargaba de guardar los pasos de mercancias que por la calzada se dirigían a la costa procedentes de la vieja Iruña (Pamplona), en su cima encontramaos restos de su forma circular y de las murallas. La mitología nos dice que fue construida y habitada por los gentiles, de hecho a su cima se la conoce con el nombre de “Jentillen sukaldea” (cocina de los gentiles).
 
 
La perspectiva desde su cima es espectacular, atrayendo constantemente nuestra atención la imponente pared oeste del Txindoki que se abre frente a nosotros. Descendemos por el lado contrario al del collado de Errekonta en dirección a una pista visible, que nos deja en el aparcamiento donde damos por concluida nuestra ruta.

lunes, 28 de enero de 2013

YOALDUNAK, EL SONIDO DE LA TRADICION



Cada año, fieles a su cita en pleno invierno, personajes ataviados con extraños y coloristas trajes, alteran la tranquilidad de Ituren y Zubieta, dos pueblos enclavados en las orillas de la regata de Ezkurra, en el valle del Bidasoa, el río mágico de los vascos. Son los yoaldunak (literalmente, los que tienen cencerros), también conocidos como zanpantzar, si bien éste nombre proviene de un personaje del carnaval medieval francés llamado Saint Pansard, que llevan a cabo un milenario rito bajo la atenta mirada del monte Mendaur y las montañas del macizo de Ekaitza.

 
El lunes después del último domingo de enero, los yoaldunak de Zubieta visitan a sus vecinos de Ituren, al día siguiente martes, éstos les devuelven la visita. Antiguamente, se celebraba un lunes y martes sin determinar entre la Epifanía y el martes siguiente al domingo de Quinquagésima, que acordaban los mozos reunidos el día de San Antón.

 
Tras almorzar, los yoaldunak de Zubieta, van llegando a los bajos del “ostatu” (bar del pueblo), vestidos con una camisa blanca, pantalones de mahón y abarkas de goma negra sobre calcetines de lana. Comienza entonces un ritual que se cumple a rajatabla y se pierde en la noche de los tiempos, primero se colocan una faja negra, después una enagua con bordados, prenda que para muchos investigadores representa las fuerzas femeninas tan presentes e importantes en los carnavales tradicionales vascos. Luego se ponen una piel de oveja que les cubrirá la zona de la cintura, y sobre ella, los protagonistas de la fiesta, los cencerros o polunpak de 40 cm. de largo, 11 litros de capacidad y 6 kilos de peso cada uno, para colocárselos se requiere la ayuda de otros dos yoaldunak, mientras uno sujeta los polunpak, otro los ajusta tensando una cuerda, para lo que incluso tiene que apoyarse con un pie en el propio pecho del que se está vistiendo. Mikel Laboa recogió una leyenda en la que se cuenta como un herrero fundía los santos de las iglesias para hacer los cencerros. Estos van pasando de generación en generación. Sólo falta el ttuntturro, vistoso sombrero de tela multicolor con múltiples cintas, encajes y rematado por plumas de aves, el hisopo compuesto por una cola de caballo que cuelga de un asa hecha con cuero y que los yoaldunak llevan en la mano derecha, y el pañuelo azul a cuadros en el cuello.

Tras vestirse van saliendo a la plaza sin prisa, se colocan en 2 filas y al toque de cuerno, que lleva uno de los que va en cabeza empiezan a caminar marcando el ritmo de los cencerros a golpe de espalda y riñón, lanzando gritos de vez en cuando para mantener el compás, dan dos vueltas a la plaza y se dirigen en dirección a Ituren, llegados al molino de Zubieta, montan en carros y coches que les llevan hasta el barrio de Aurtitz, fruto de los nuevos tiempos.

En éste barrio de Ituren se les juntan el primer grupo de yoaldunak, su vestimenta es similar, sólo se diferencian en que los de Ituren cubren con la piel de oveja también los hombros, visten camisas de cuadros y pañuelo al cuello rojo. Juntos se dirigen hacía el barrio de Lagasa donde se unen los restantes yoaldunak, en total 52, éste último grupo va acompañado de un lobo y un oso que se abalanzan sobre los visitantes. Todos entran en Ituren bajo el impresionante y estremecedor sonido de 104 cencerros.

Son muchas las teorías y estudios realizados sobre los carnavales rurales, y especialmente sobre éste de Ituren y Zubieta, tan sólo se encuentra algo parecido en zonas de los Balcanes, herederas de culturas pastoriles. Una teoría conocida es la que afirma que la misión de éste rito es la de despertar a la naturaleza, dormida en invierno, y propiciar su fecundidad, para ello utilizan los cencerros, y el hisopo con el que acarician la tierra siguiendo el ritmo al caminar. También pudieran tener un sentido de protección contra los malos espíritus. Existen muchísimas otras teorías basadas en ritos iniciáticos, en la costumbre de los pueblos de la zona de galopar por los bosques con cencerros en la cintura para ahuyentar a las fieras, hasta simples visitas de buena vecindad.

Lo cierto es que todo en éstos carnavales es mágico, hay algo especial que se respira en el ambiente, los yoaldunak van sin prisa, concentrados en su tarea, conscientes de realizar un rito ancestral heredado directamente de sus antepasados.

 
La importancia que éste rito ha tenido tradicionalmente para los pobladores de la montaña navarra, queda demostrada en el hecho de que antiguamente, los yoaldunak no podían quitarse los cencerros en los días que dura el carnaval, tenían que dormir boca abajo, y debido a la presión que ejercían sobre el cuerpo sólo se podían alimentar de caldo.

Actualmente esto no sucede, sin embargo cualquiera que se acerque a éstas localidades en su carnaval, podrá ver la importancia que tienen  ser yoaldun, padres e hijos comparten ésta condición, como posiblemente lo hicieron sus abuelos, y a juzgar por lo que allí se ve, lo harán sus nietos, al fin y al cabo y como dicen allí, nadie quiere dejar de ser yoaldun.  

Muchos elementos nos dan datos para múltiples interpretaciones, la piel de oveja, las plumas, el hisopo, los cencerros tan importantes en todo el ciclo invernal, las enaguas, el oso que despierta de su letargo invernal considerado, a pesar de su fiereza como protector de las aldeas y un animal directamente relacionado con la luna. Todo con un claro eje central desde mi punto de vista, la relación directa con la naturaleza. Es un rito que se pierde en lo más profundo de nuestra cultura, y que nunca conseguiremos descifrar completamente, y tal vez sea mejor así, pues de ésta manera seguirá manteniendo su magia.

 

                                                           

 

 

 

 

 

 

 

 

 

jueves, 17 de enero de 2013



Viejos conocidos bajo nuestras usadas botas cada vez que los caminamos, senderos  nuevos para nosotros, pero antiguos y sabios. Caminos  gastados por el paso de montañeros, pastores, caminantes, peregrinos,…, caminos que nos acercan a hermosas ermitas, puentes, megalitos, castillos, parajes… huellas antiguas que guardan la esencia de los años y la tradición.

Son parte del alma de este blog que pretende compartir y divulgar lugares y montañas, caminando por mil caminos, barrancas, veredas, praderas o cimas de nuestros montes, pero también antiguas tradiciones, fiestas, eventos, creencias, que hundiendo sus raíces en lo más profundo de los siglos, han llegado hasta nosotros,  algunos de ellos actualizados, dándonos la oportunidad de disfrutarlos y vivirlos. Otros se han perdido con el paso del tiempo y sólo nos queda de ellos recuerdos o investigaciones, en el mejor de los casos.

Tal vez solo sea una excusa para zambullirnos en nuestra cultura ancestral, desempolvar nuestra capacidad de asombro y salir al encuentro de la antigua sabiduría de nuestros mayores, al encuentro de los caminos brumosos.