domingo, 29 de diciembre de 2013

EL PICU URRIELLU: LA IRREMEDIABLE ATRACCION DE LA BELLEZA


EL NARANJO DE BULNES, REFERENTE MONTAÑERO

 
EL PICU URRIELLU DESDE EL ACCESO A VEGA URRIELLU

Entre la atormentada orografía que compone el sistema central de los Picos de Europa, sobresale espectacular, soberbia, imponente, atractiva la cima del Picu Urriellu, también conocido como Naranjo de Bulnes. No es la cima más alta de la cordillera, pero sus 2.519 metros de altitud, han ejercido una llamada íntima a muchos escaladores que atraídos por su magnetismo inexplicable, se han acercado a sus verticales paredes.

LA MAJESTUOSA CARA OESTE

Esta impresionante cumbre se ubica en el Concejo de Cabrales, en territorio asturiano,  sus calcáreos farallones son un referente del alpinismo europeo, donde se han escrito auténticas gestas montañeras, pero también grandes tragedias a la sombra de sus pétreos abismos.

Fue un 5 de agosto de 1904 cuando se realizó la primera ascensión al "Picu", a cargo de don Pedro Pidal, marqués de Villaviciosa y de Gregorio Pérez, el Cainejo, un pastor natural de la localidad de Caín. Fueron ellos los que terminaron con la creencia de que la montaña era totalmente inexpugnable, para ello se encaramaron por una grieta de la cara Norte, curiosamente no es la vía de acceso más accesible, atados con una cuerda de cáñamo que el marqués había adquirido en Londres, con alpargatas don Pedro y descalzo Gregorio. Aún hoy sorprende la osadía de éstos pioneros al encaramarse a la vía que actualmente lleva su nombre: la "Pidal/Cainejo", una grieta de 450 metros y de dificultad V según la graduación de la UIAA (Unión Internacional de Asociaciones de Alpinismo). En la escalada, un bloque de roca conocido como "panza de burra", que aún hoy perdura, les supuso  una de las grandes dificultades que tuvieron que sortear, según la narración de los propios pioneros.

EN LA CARA SUR DEL PICU URRIELLU

Pasan dos años hasta que el alpinista bávaro Gustavo Schulze asciende en solitario por una variante de la Pidal/Cainejo y desciende por la cara Sur, actual vía habitual de descenso. Habrá que esperar hasta 1916 para tener la tercera ascensión de la montaña a cargo de Víctor Martínez, que sube y desciende por la ruta original, bajando un trozo de cuerda que había dejado allí Gregorio Pérez. El mismo Martínez se convierte en 1924 en el primer guía del "Picu", tras subir con un cliente catalán por la cara sur. Este mítico guía es el encargado junto con Marino Quel de subir el primer buzón a la cima, hecho que tiene lugar el día 17 de agosto de 1926 por la cara Sur, éste buzón pertenecía al club de montaña madrileño Peñalara.

Poco a poco la llamada del "Picu" va calando en los deseos de muchos alpinistas que llegan a sus paredes, la primera vez que alguien duerme en la cima de la montaña es el 8 y 9 de agosto de 1933, a cargo de Enrique Herreros, Félix Candela y Roberto Cuñat, suben y bajan por la Sur.

La primera ascensión femenina se da el día 31 de julio de 1935, María y Antonio Pérez, nietos del Cainejo suben junto con Alfonso Martínez.

BAJO LA CARA OESTE

Se suceden las escaladas y las tragedias hasta que llegar a la época actual en la que se están liberando muchas de las vías clásicas de escalada artificial, principalmente de la sobrecogedora cara oeste, con nombres tan notables como Carlos Suárez, los hermanos Pou o Silvia Vidal entre otros.

Una ruta clásica de acercamiento a la base de la montaña, es la que parte de las cercanías de la aldea de Sotres. Cuando comienzas el caminar pausado en los invernales del Texu, no puedes esperar el asombro, el impacto que causará en tu alma la visión del "Picu" que aparece tras una revuelta del camino a la altura del collado Valleju, que se alcanza tras superar el collado de Pandébano y la majada y refugio de La Tenerosa.

La montaña que ha ocupado tus sueños se presenta inexpugnable, hermosa, atractiva, temible. Por mucho que  hayas visualizado mil y una fotografías, croquis, e incluso hayas visto la montaña desde otos puntos de la cordillera, hay algo especial que te recorre el cuerpo cuando ves el "Picu" desde éste punto, tal vez sea la certeza de que vas a encaramarte a sus paredes, de intentar alcanzar su punto más alto, de tratar de embaucar a la montaña para que te permita ver el mundo desde su mágica cima.

Una subida por una pedrera nos deja en la Vega de Urriellu, en la base de la montaña donde bajo su impresionante cara oeste se ubica el refugio Julián Delgado Úbeda.

Es entonces donde comienza la escalada, por cualquiera de sus caras, poco a poco el patio pétreo se va abriendo a tus pies, la sensación de abismo se intensifica, te agarras con fuerza a la roca te fundes con ella, así alcanzas la arista final, y la cima, ya no queda más por subir, te sientas junto a la pequeña figurita de la Virgen de la cima y te embarga una sensación difícilmente explicable y comprensible, si no se siente esa indescriptible necesidad de subir montañas.

FIGURA DE LA VIRGEN Y EL NIÑO EN LA CIMA DEL PICU URRIELLU

Queda bajar a la seguridad del refugio o de la tienda, a disfrutar de las sensaciones vividas, de la cima que ha quedado allá arriba a muchos metros sobre tu cabeza, regresas consciente de haber entablado un contacto íntimo, personal con la gran montaña, de sentir que ya forma parte de Ti mismo y tal vez Tú hayas formado parte de ella aunque sólo fuera por un efímero momento. Es hora de repasar mentalmente junto al fuego, los mil y un evocadores nombres de múltiples vías como la "Directísima de Los Martínez", el "Pilar del Cantábrico", "Sueños de invierno", rutas que quedan grabadas en la esencia y el misterio del Picu Urriellu.

viernes, 20 de diciembre de 2013

CASTROS CELTAS: LA MAGIA DE UNA CULTURA ANCESTRAL


CASTROS CELTAS. Un antiguo legado

 
CASTRO DE A CIDÁ
-Costa da Morte-


Bosques brumosos de árboles centenarios; acantilados profundos bañados por la bravura del Océano Atlántico; antiguos mitos; elfos; duendes; misteriosos megalitos, que ocultan su historia y sus secretos en la profundidad de sus primitivas piedras; ancestrales leyendas que hunden sus raíces en lo más profundo de la cultura de la vieja Europa; druidas; y por supuesto enigmáticas aldeas, los castros. La magia de la ancestral cultura de las tribus celtas está rodeada de un halo de misterio que irremediablemente atrae con la misma fuerza con la que rompen las olas atlánticas en las costas de Galicia o Asturias, Irlanda (Éire), Cornualles (Kernow) o Gales (Cymru), Escocia (Alba), la isla de Mann (Ellan Vannin) o Bretaña (Breizh, antigua Armórica), e incluso Cantabria y el País Vasco.

 
CASTRO DE COAÑA
-Asturias-

En determinadas zonas del área de influencia de éstas antiguas tribus, se da un tipo de poblamiento muy especifico, de enorme belleza y ancestral energía, son los castros. Si bien su máximo exponente lo encontramos en Galicia, Asturias y Portugal, también se dan en Cantabria, el País Vasco, Zamora o León, dando lugar incluso a una cultura concreta denominada "cultura castreña".


                                                CASTRO DE SANTA TEGRA
                                                           -Laguardia-

 
Son poblados construidos por tribus que poseían un fondo común celta pero que eran totalmente independientes, se trata de edificaciones fortificadas sobre lugares estratégicos y cuidadosamente elegidos, aprovechando lo que la orografía aportaba principalmente para su defensa, como podían ser acantilados, ríos, etc, el resto del poblado se fortificaba con murallas, en ocasiones, con varios cinturones defensivos. Pero no se limitaban a observar las necesidades defensivas para su construcción, los sabios y druidas de la tribu, eran los encargados de determinar el lugar donde se ubicaría el poblado en base a observaciones y estudios tanto telúricos como simbólicos y orientativos del lugar, los celtas hacían pocas cosas sin tener presente los aspectos mágicos o místicos. En muchas ocasiones aprovechaban ubicaciones de tribus más antiguas de origen prehistórico para al construcción del castro, lo que les da a éstos mágicos lugares un halo mucho más antiguo y misterioso, que se respira a nada que nos acerquemos a uno de ellos y que nos enlaza directamente con la Edad del Hierro.

CASTRO DE A CIDÁ
-Costra da Morte-

La mayor parte de las viviendas eran de planta circular, en principio en su construcción se usaba el barro para las paredes y materia vegetal para la techumbre, evolucionando posteriormente a paredes de mampostería. No se observa una distribución urbanística, pues se construía en base a la estructura del terreno, pero si se observan canalizaciones. En las excavaciones de los diferentes castros se han encontrado restos de aperos de labranza, cerámica, bronce, hierro, y algo muy común entre las tribus celtas, una maravillosa y trabajada orfebrería de oro, que nos deja hermosos torques, hebillas, fíbulas, diademas, todo ello profusamente decorado con multitud de símbolos solares y de otro tipo relacionados con las creencias y mitología céltica.

MURALLAS DEL CASTRO DE COAÑA
-Asturias-

Estas construcciones como muchos elementos de la cultura celta están vinculadas a múltiples creencias, así, en Galicia, se cree que bajo los castros habitan los "mouros", seres míticos que esconden fabulosos tesoros que tan sólo serán mostrados a la persona osada, que se atreva a acercarse a los castros en la noche de San Juan, son tesoros en forma de saberes trascendentales y conocimiento, nunca riqueza material.

CASTRO DE COAÑA
-Asturias-

Tras los datos científicos, en éstos antiguos poblados, se esconde, al igual que los mouros, una magia que te envuelve como la bruma en el bosque cuando el viajero visita uno de éstos castros, bien sea junto al Océano Atlántico o perdidos en los más profundo de los bosques y montañas. Te susurran su magia con su ancestral rumor, heredada de una cultura singular, con unas raíces antiguas y sabias. Susurro que te lleva a disfrutar del misterio telúrico del castro de O Cebreiro, en Os Ancares; del rumor marino del poblado de Santa Trega en Laguardia; del de Baroña en la ría de Noia; del de A Cidá, en la Costa da Morte; del rumor del bosque que rodea al asturiano de Coaña; de la calma ancestral del alavés del alto de Castejón, en Navaridas.

CASTRO DEL ALTO DE CASTEJÓN
-Navaridas-

Antiguas construcciones que marcaron la vida de gentes antiguas cuya forma de ver la vida nada tiene que ver con la nuestra, pero a los que nos une el invisible hilo del misterio.

 

CASA EN O CEBREIRO
-Os Ancares-
 
Interesante documental del canal historia,
describiendo la cultura en los castros:
 

viernes, 6 de diciembre de 2013

MENHIR DE SOALAR. EL PERIPLO DEL GUERRERO DE PIEDRA


EL MENHIR DE SOALAR

 


Cuando el 13 de junio de 1973, el fraile de la localidad baztanesa de Lekaroz Francisco Ondarra Erdozia, conocido como "Aita Patxi", descubrió un menhir tumbado en el collado de Soalar, nadie pensaba el curioso y triste periplo que ésta joya del megalitismo navarro tendría que sufrir.

El collado y cima homónima de Soalar se localiza en el Pirineo vasco a 827 metros de altitud, en pleno valle del Baztán. Al norte linda con la localidad de Arizkun; al Oeste con la capital del valle, Elizondo; al sur con el pueblo de Beartzun; y al este con el majestuoso pico de Auza. Es un lugar mágico de paisajes abiertos, casi sobrecogedor, donde los vientos pirenaicos nos susurran antiguas leyendas, cargado de restos megalíticos testigos del pasado pastoril de las gentes que desde antaño habitan éstas tierras. Es en éste collado donde fue descubierto el menhir de Soalar, en su entorno se localizan, además, 6 dólmenes, 3 túmulos y 4 crómlechs. Se trata de un bloque de piedra arenisca terminado en punta de unos 4,35 metros de altura;  su peso ronda los 3.500 kilogramos; su ancho oscila entre los 60 centímetros de la base, 95 centímetros en la mitad y 20 centímetros en la punta; su grosor es de 0,20 a 0,50 centímetros.
 

Su odisea, comienza en otoño de 1992, cuando el menhir desaparece de su ubicación original, no se sabe nada de él, hasta que el propio "Aita Patxi" lo localiza en la primavera de 1993, en la zona de Ezkaldo, en la localidad de Gartzain (distante a unos 15 km. de Soalar). Se halla tirado junto a una pista forestal y al parecer lo habían trasladado allí con el fin de ser utilizado en la construcción del dintel de un caserío.

Pasa el tiempo, hasta que vuelve a desaparecer en verano de 2003. En otoño de ese mismo año, miembros del grupo Hilharriak, dedicado a la catalogación megalítica, reciben el aviso de la localización del menhir en un caserío de Gartzain, está siendo usado como soporte de una canasta de baloncesto !!!!.
 

Se recupera el megalito y es entonces cuando se llama a unos arqueólogos de la universidad de Alcalá de Henares, para realizar un estudio que les lleva a confirmar la importancia del menhir, equiparable con los megalitos de Bretaña y del sur de Portugal.

Estamos ante una magnifica muestra del megalitismo atlántico, el menhir representaría a un guerrero, que mantendría unas proporciones escultóricas entre la cabeza y el cuerpo (1/6), está además decorado con varios grabados.
 

Algunos de éstos grabados se ven a simple vista, otros tan sólo se pueden observar con medios más sofisticados. Representan la vestimenta del guerrero, la armadura, el cinturón, un hacha que es el grabado que mejor se observa, junto a ella se ve una representación solar, y una especie de símbolo en forma de serpiente en la cabeza, cargados de una importante dosis simbólica, Según los expertos estos grabados estarían pintados en su origen con tintes azul y rojo.
 
 

¿Que misterio ocultan éstos ancestrales dibujos tallados en el menhir?, ¿qué llevó a los antiguos habitantes de las  montañas baztanesas a erigir éste monumento en Soalar?. El guerrero de piedra guarda para sí las respuestas a éstas preguntas, la solución a su pétreo enigma, sólo nos queda dejar volar la imaginación a los tiempos en que las piedras hablaban, tal y como dijo Jorge Oteiza; o bien dejarnos hechizar por el susurro ancestral del guerrero de piedra.
 

En su ubicación original, el menhir estaría colocado en pie con la cara de grabados orientada hacia el valle, en la zona más visible del collado, esto nos habla de la importancia que tuvo el megalito en su momento, si bien también su función es también un misterio. Pudo tratarse de un límite territorial, de un símbolo de dominio sobre la naturaleza, de una forma de comunicación entre tribus,... la respuesta se mantendrá encerrada en el silencio ancestral del menhir.
 
 

Ahora, el guerrero de piedra observa  a los visitantes que, curiosos, intentan escrutar algo de su misterio, desde su ubicación en el museo Jorge Oteiza de Elizondo, soñando quizás con la libertad del viento de su collado de Soalar, abierto a mil y un paisajes y colores pirenaicos.

jueves, 19 de septiembre de 2013

LA MISTERIOSA ERMITA DE SANTA EUFEMIA EN MARKINA

ANTIGUOS RITOS EN UN PARAJE ESPECTACULAR    

La ermita desde la cima de Urregarai, detrás el pico Berdatzandi


Entre las localidades bizkainas de Markina y Aulesti, se localiza un hermoso macizo montañoso llamado Berdatzandi. Este conjunto de cumbres se encajona entre el pico Oiz y el bravío mar de los Vascos, vigilando los pasos de los ríos Lea y Artibai. Consta de dos cimas separadas por el collado de Santa Eufemiako-zelaixe, el pico Berdatzandi de 699 metros de altitud y el pico Urregarai de 704 metros, pese a su modesta altitud son cimas que nos ofrecen un aspecto abrupto, casi inalcanzable, si bien su ascensión es muy sencilla y nos reportará unas espectaculares vistas del entorno.






Si su interés montañero es claro, no menos lo es su interés cultural, pues junto a la cima de Urregarai, se alza la ermita de San Eufemia, una de las más veneradas de la zona, y hacía donde encaminamos nuestros primeros pasos en éste precioso paraje. Caminar por éste misterioso entorno nos da una sensación de pequeñez ante lo impresionante de los paredones que se alzan sobre nuestras cabezas. Merece la pena caminar despacio y pararse a observar los riscos desde donde nos observa éste mágico templo cargado de misterios que se pierden entre la bruma del tiempo. Disfrutando de nuestro caminar, alcanzamos un hermoso prado donde comienzan las 220 escaleras que dan acceso a la ermita y a la cima de Urregarai.
 
 
 
El templo de planta rectangular y construido en piedra caliza, ubica su ábside hacía el Este, es decir por donde sale el sol, lo que nos deja adivinar que en éste abrupto paraje se darían antiguamente misteriosos cultos precristianos, que tenían en las montañas una de sus principales deidades. Aún hoy en día, o por lo menos hasta hace muy poco en el tiempo, era costumbre que los romeros que acudían en peregrinación a Santa Eufemia, portaran rollitos de cera enroscados en su cintura, al llegar a la ermita, se los quitaban , besaban la reliquia de la Santa, y tras rezar junto a la imagen, prendían la cera hasta que se consumía, con ello se creía que se curaban los dolores de cintura.



Una leyenda nos cuenta como una joven pastora que se encontraba en la zona, se sorprendió cuando apareció una mano de la tierra que portaba un hermoso anillo, la chica lo cogió e inmediatamente se quedó sin habla. Al llegar a su casa narró lo ocurrido, acompañada de sus vecinos regresó y colocó el anillo en su lugar, acto seguido recobró el habla. Los lugareños excavaron en el lugar y hallaron el cuerpo de Santa Eufemia.



Junto a la ermita se localiza la cima de Urregarai, descendemos al collado y tenemos la opción de alcanzar la cumbre de Berdatzandi, muy cercana y que nos dará unas hermosa vistas de la ermita y cima que acabamos de visitar.


miércoles, 19 de junio de 2013

SAN JUAN, ANCESTRALES RITOS SOLSTICIALES

SAN JUAN, LA MAGIA DEL SOLSTICIO







Cuando las montañas y los bosques de nuestra tierra estallan en mil y una tonalidades de verdes, y nos ofrecen la posibilidad de sumergirnos bajo el amparo de la sombra refrescante de sus árboles, es el momento del sol. Tiene entonces lugar una de las principales celebraciones de la antigua cultura de los vascos, el solsticio de verano. Cristianizado bajo la advocación de San Juan Bautista, es un momento en el que se dan multitud de ancestrales ritos, que hunden sus raíces en lo más profundo de nuestra historia.

 


El sol siempre ha sido para las culturas de base agrícola, una deidad de primer orden, desde tiempos neolíticos se observa ésta importancia, los dólmenes, monumentos funerarios construidos desde hace unos 3.800 a 4.500 años,  que pueblan nuestras montañas, se orientaban hacía el Este, en clara referencia solar, también las iglesias románicas y las chabolas de los antiguos pastores ubicaban su fachada mirando hacia Levante. En la ancestral cultura de los vascos, se ha creído que el sol y la luna eran hijos de la tierra, el astro rey sale cada mañana de las entrañas terrestres y al anochecer retorna a la misma en un lugar que se denomina “los mares bermejos”.
 
 
 
Era costumbre en muchos pueblos de nuestra geografía, realizar salutaciones tanto al sol como a luna cuando éstos regresaban al seno de la madre tierra, un ejemplo lo encontramos en varios pueblos gipuzkoanos, con la singularidad, en algunos casos como éste, de referirse al sol en género femenino:
 
                “Eguzki amandria

                Juan da bere amagana

                Biar etorriko da

                Denpora ona bada”

(La abuela sol/ha ido hacia su madre/Vendrá mañana/si hace buen tiempo)

 


En la noche y en el posterior día de San Juan, el astro rey es el protagonista, no en balde es la fecha del año en que el sol brilla durante más tiempo y la noche, por tanto, es la más corta. Este cambio en el ciclo de la naturaleza, no pasó desapercibido para los pueblos agrícolas, acostumbrados a la observación del cielo para su propia supervivencia, así mismo observaron los cambios naturales que se producen a partir de ésta fecha, por lo cual se crearon una serie de ritos importantísimos en torno al solsticio. Es un momento cargado de magia, un momento de mirar hacía nuestros orígenes más ancestrales ocultos en algún rincón de nuestro ser.

 
Quizás uno de los elementos más representativos en su fiesta, sea el fuego. Antiguamente cada caserío encendía una hoguera, generalmente en un cruce de caminos, se giraba entonces en fila alrededor de la hoguera teniendo la misma a la derecha, según nos cuenta el sabio investigador de Ataun don Joxe Miguel de Barandiarán, ésta costumbre tenía lugar, con variantes, en todo el ámbito indoeuropeo, con el fin de movilizar la fuerza mágica necesaria para que el sol prosiga su curso. Aún hoy en día tienen lugar éstas antiguas danzas alrededor del fuego en algunos pueblos de nuestra geografía, si bien poco tienen que ver las motivaciones por lo que se llevan a cabo, un poso ancestral se mantiene en lo más profundo del ser de los habitantes de éstas aldeas, herederos de ésta maravillosa cultura milenaria, y que poco a poco se va disipando entre las brumas de los nuevos tiempos si no lo remediamos. Incluso los rescoldos de la hoguera eran elementos activos beneficiosos, un ejemplo lo encontramos en la localidad navarra de Luzaide, donde era costumbre arrojar las brasas del fuego de San Juan en dirección a las fincas de cada familia. Conocida también es la costumbre de saltar sobre el fuego o las brasas para obtener un efecto purificador, en  muchos pueblos vascos se mientras se saltaba se decía “sarna Fuera”.

 
También determinadas hierbas recogidas en ésta noche y en la mañana siguiente, adquirían características especiales, en Urdiain, por ejemplo las mujeres acudían a los trigales para conjurarlos a medianoche, rito vinculado con la renovación de la naturaleza. Era costumbre utilizar  ramas del espino blanco colocadas en las puertas, en algunos lugares se hacía pasar a los animales de la casa bajo el mismo, también se usaba la madera de éste árbol para realizar cruces que se colocaban en las puertas de los caseríos. Muy utilizado era también el follaje de un árbol sagrado como es el fresno como protector en las entradas de las casa. Otra planta vinculada a la protección solar es el eguzkilore (flor del sol), un cardo que se colocaba igualmente en las entradas como protección contra las brujas. Otro ejemplo que nos habla de la importancia de las hierbas y flores en ésta mágica fecha, era la costumbre que se daba en v arios lugares, según la cual los mozos adornaban las casas de sus amadas con bellas flores, o la de regalar un ramo a la misma, si era hermoso el amor era correspondido, sino había calabazas.
 

El agua adquiere su importancia así mismo en San Juan, era costumbre tomar baños de rocío matinales como protección. Una hermosa costumbre vinculada con el agua en ésta mágica fecha, tiene lugar en el precioso manantial de San Juan Zar, en la localidad navarra de Igantzi.
 
Oculto entre un espectacular bosque de carpes, encontramos éste mágico lugar donde una fuente de tres chorros de agua  nace bajo una cueva en la que se mezclan antiguas creencias paganas y cristianas, en dicha cueva existe un altar donde se celebra misa en el día de San Juan, pero hay además una misteriosa estatua con forma de Basajaun (señor de los bosques en la mitología vasca) al que se le ponen flores y velas.
El agua que vierte la fuente situada bajo la misteriosa cueva, llega mediante un pequeño canal al cercano río, es costumbre caminar descalzos en el agua de éste canal para adquirir los efectos beneficiosos de la misma. Es costumbre además lavar con un paño mojado en el agua de la fuente, zonas de la piel afectadas por algún tipo de eccema, se deja el paño en unas zarzas junto a la fuente y el párroco se encargar de quemarlos, todo ello tras haber bebido tres tragos de agua del manantial uno de cada caño. Es un lugar en el que el viajero siente su fuerza y su magia, un lugar donde se mezclan lo cristiano con ritos que se pierden en el tiempo, y que la gente de los alrededores ha asumido con total normalidad, un rito y un entorno maravillosos para disfrutar sin prisa, con los ojos abiertos y la mente curiosa, escuchando el susurro de la tradición.
 


 

viernes, 31 de mayo de 2013

EL AINGERU DE ARALAR VISITA LOS PUEBLOS NAVARROS


LAS VISITAS DE SAN MIGUEL DE ARALAR A LOS PUEBLOS NAVARROS


En la montaña navarra, en los valles húmedos del norte de la tierra de los vascos, se repite anualmente una tradición cuyos orígenes se desconocen, se trata de la visita que la Imagen del Arcángel San Miguel realiza a éstos pueblos desde su Santuario de San Miguel in Excelsis en la sierra de Aralar.

El recorrido que realiza por la geografía navarra, es minuciosamente preparado basándose para ello en el del año anterior, generalmente varía muy poco de un año a otro, y cada pueblo lo suele recibir el mismo día de la semana y en horario similar. Tradicionalmente, las fechas en las que se lleva a cabo la serie de visitas, vienen dadas  por la Pascua de Resurrección, dependiendo de cuando sea ésta, se adjudican los días en los que la Imagen acudirá a cada localidad, así que pueden variar una o dos semanas cada año.

Es una fiesta sencilla, de y para los moradores de éstas aldeas de la montaña, si bien han cambiado las formas en la que el Aingeru se acerca a los pueblos, se sigue manteniendo el espíritu y la Fe de los lugareños, antiguamente la imagen se trasladaba a lomos de machos por los caminos de herradura de nuestras montañas, ahora llega en coche, pero el caminante que se acerque a cualquiera de éstas localidades, disfrutará de una tradición que perdura en el tiempo, una tradición trasmitida de padres a hijos.

Se trata de un rito sencillo pero lleno de magia, la cruz parroquial de cada iglesia a las que acude el Aingeru, sale a recibir a la imagen, en la puerta del templo el sacerdote bendice los campos en las cuatro direcciones y en un orden concreto: Este, Sur, Oeste y Norte.


El cura, junto con la cruz parroquial y la imagen del Aingeru, va girando hacía cada dirección mientras se escucha el ritual de la bendición, los asistentes se colocan tras ellos y realizan a su vez el giro. Tras esto el párroco imparte la bendición en las cuatro direcciones con el hisopo.
 
 

Después, entonando cánticos se entra en la iglesia, donde tendrá lugar una misa tras la que se da a adorar la reliquia a los feligreses, quienes besan la imagen del santo, que contiene en su interior la antigua Imagen de madera, y un Lignum Crucis o reliquia de la Cruz de Cristo. Terminado esto, se sale de nuevo a la calle, donde el párroco asperja simbólicamente el suelo y bendice a todos con la imagen del Arcángel en las cuatro direcciones.


Generalmente, si hay algún enfermo que lo solicita, la imagen acude a su casa en una breve visita. Quizás sea ésta visita el origen de la tradición.

 

La Imagen partirá de nuevo en su recorrido que puede durar unos cuatro meses, como curiosidad decir que la única vez que el Aingeru entra en territorio gipuzkoano, es la visita que realiza a principios del mes de agosto a la ermita de Igaratza, ubicada en el Aralar gipuzkoano. Una antigua costumbre, llena de significado y de pequeños matices de antiguas creencias que conviven con ritos cristianos con total normalidad, una bonita ocasión para disfrutar de la belleza de nuestras antiguas tradiciones.

sábado, 27 de abril de 2013

LA LEYENDA DE ERROLDAN-ARRIYA



Encajonado en un extremo de la mágica sierra de Aralar, bajo la atenta mirada de las cimas de Akier y de Artxueta, en cuyas faldas se situa el Santuario de San Miguel in Excelsis, encontramos el coqueto valle de Ata.


Un lugar bucólico y mágico ubicado a casi mil metros de altura, extiende su verde alfombra de pastos en mitad de un mar de hayedos y cimas calizas, escondido como queriendo pasar desapercibido en el extremo oriental de la sierra.

Paseando por el ancestralarl camino que cruza el valle, sentimos la fuerza de los antiguos caminantes que desde tiempos inmemoriales utilizaban ésta misma ruta que unía la zona media de Navarra con Gipuzkoa, posiblemente los nuevos usos que vamos dando a nuestras montañas han restado importancia y relegado a un segundo plano a éste camino tradicional, ya no lo pisan los rebaños transhumantes ni los pastores constructores de los dolmenes que se localizan en los alrededores. Sin embargo justo a la vera del antiguo camino, una vieja piedra nos conecta directamente con éste mundo perdido en la memoria, con la antigua cultura de los vascos, un monumento mítico enclavado en el centro del vallecito, se trata de la conocida como “Erroldan-Arriya” (la piedra de Roldán).

Según nos cuenta una antigua leyenda, que con variantes se da en muchos lugares de nuestra geografia, el mítico gigante Roldán lanzó ésta piedra desde lo alto de un monte con la intención de destruir el Santuario de San Miguel de Aralar, pero resbalando con una boñiga justo en el momento del lanzamiento, el pedrusco perdió impulso y quedó en su actual emplazamiento, en el valle de Ata. En ella aún podemos ver unas marcas incisas que según cuenta la tradicion serían las huellas que los dedos del gigante dejaron sobre ella al agarrarla.

Encontramos en ésta leyenda la curiosa forma en que un personaje histórico y extranjero a la cultura vasca como Roldán, sobrino de Carlomagno, al que los vascones mataron en la conocida batalla de Roncesvalles, adquiere un carácter mítico en la tradición cultural del pueblo vasco, principalmente en Navarra, que es donde tiene lugar la batalla. Adquiere así atribuciones de otros personajes de nuestra mitología como son Sanson, el juez del Antiguo Testamento, o los gentiles, gigantes paganos de fuerza descomunal que habitaban en nuestras montañas antes de la llegadadel Cristianosmo. Este hecho, se deba posiblemente a la gran cantidad de romances y trovas que sobre el personaje de Roldan circulaban por el Camino de Santiago en tierras navarras tras la mencionada batalla, de hecho una de las obras cumbre de la literatura francesa, la Chanson de Roldan, narra tergiversadamente lo acontecido en Rocesvalles.

Múltiples secretos oculta ésta piedra hincada en el suelo en los confines de la sierra de Aralar, secretos que sólo ella conoce y que probablemente jamás se lleguen  a descifrar, tal vez sea mejor así, de ésta forma la piedra de Roldan continuará guardando su magia para quien se acerque a ella con humildad y respeto a escuchar su ancestral susurro.

sábado, 16 de marzo de 2013

TROIS-VILLES, HUELLAS DE LOS MOSQUETEROS EN TIERRAS VASCAS



Trois-Villes (Iruri), es un pequeño y tranquilo pueblecito enclavado en el corazón del territorio de La Soule (Zuberoa), en el extremo noreste de la Tierra de Los Vascos.

Su caserío reposa abrigado bajo los misteriosos bosques del macizo de Arbailla y las imponentes y atractivas montañas del Pirineo.

Cuando el viajero llega a Trois-Villes, no puede sospechar que oculto bajo el barniz de una pequeña aldea vasca, se esconde una historia vinculada ni más ni menos que con los famosos mosqueteros del rey Luis XIII, que Alejandro Dumas inmortalizó en su célebre novela de 1844, “Los tres mosqueteros”.

Enclavado en el centro de la localidad,  oculto, como queriendo guardar su secreto, se encuentra el castillo del conde de Trois-Villes rodeado por unos preciosos y cuidados jardines de estilo inglés. Dicho conde fue un personaje histórico que llegó a ser capitán de los mosqueteros reales y que el escritor normando inmortalizó en su famosa novela publicada en 1844.

Su nombre era Jean-Arnaud du Peyrer (1598-1672), nacido en la cercana localidad bearnesa de Oloron-Sainte-marie, situado a escasos 31 km. de Iruri, hijo de comerciantes, consiguió hacer carrera como mosquetero del rey, siendo nombrado capitán de éste cuerpo con 36 años de edad, posteriormente llegaría a mariscal de campo, máximo grado en la escala de oficiales del antiguo ejercito de tierra frances. Se casó y ya retirado del servicio militar, regreso a la zona donde había nacido, trasladandose a Zuberoa, donde en 1660, mandó construir éste castillo de Iruri.

Por aquel entonces, ya era conde de Trois-Villes y comenzó a adquirir tierras en la provincia por recomendación de otro personaje que aparece en la novela de Dumas, el cardenal Richelieu. Adquirió, así la baronía de Moncayolle (Mithikile en euskera zuberotarra) y el vizcondado de Zuberoa junto con el título de vizconde que venía unido a las tierras. Estos terrenos, eran comunales y  pertenecían a los estados de Zuberoa, pero por obligación de una orden real, habían salido a la venta, algo que creço un profundo malestar en los habitantes de la región, que lo veían como un ataque a sus privilegios forales.

Esta situación de conculcación del fuero vasco, zuberotarra en éste caso, provoca una serie de pleitos, hasta que en junio de 1661 tiene lugar un masivo levantamiento encabezado por el párroco de la localidad de Moncayolle, Bernard de Goyenetche, apodado Matalas, bajo el grito de herria! herria! (¡pueblo! ¡pueblo!). Los sublevados cercan el castillo de la capital zuberotarra, Mauléon-Licharre (Maule-Lextarre), atacando principalmente a los burgeses y funcionarios protestantes. Queman dos casas de la localidad de Chéraute (Sohüta), ubicada junto a Mauléon-Licharre y violentan la iglesia de Montory (Montori), cerca de Trois-Villes, y amenazan al pastor protestante de Mauléon-Licharre Jacques de Bustanoy, éste pastor intenta negociar con los sublevados, pero no consigue acuerdo alguno. Finalmente los nobles zuberotarras logran que el parlamenteo de Burdeos, tome cartas en el asunto y envia una serie de tropas comandadas por un mercenario llamado Calvo. El 12 de octubre apresan a Matalas en Gentein y degollandolo posteriormente, su cabeza fue expuesta en la barbacana de la muralla de Maule, hasta que alguien la hizo desaparecer misteriosamente para su enterramiento digno según cuentan las crónicas.
 

Tras ésta revuelta la región se sumió en una época de gran pobreza.

Junto con el conde de Trois-Villes, otros tres personajes de la novela de Dumas, son originarios de ésta zona, concretamente de la región del Bearne. Isaac de Porthau, inspirador del personaje de Portos, era oriundo del pueblo de Ogenne-Camptort, a 38 km. al norte de Iruri. Henri d´Aramitz, Aramis en la novela, nació en la localidad de Aramitze, a 15 km. al este de Iruri. Armand de Sillègue d´Athos d´Autevielle, Athos, nacido en la localidad de Athos-Aspis a 38 km. al norte de Iruri.

Además de por éstos datos cuando menos curiosos, la zona merece una o muchas visitas, siendo una de las regiones con una mayor identidad cultural del Pais de Los Vascos, un lugar realmente hermoso al que conviene acercarse sin prisas, mágicamente van surgiendo historias y lugares que nos atraparán y dejarán un hermoso poso en nuestro recuerdo, pues Zuberoa es misterio en si misma.

martes, 12 de marzo de 2013

LAS CUEVAS EREMITICAS DE LAÑO


EL MISTERIO DE LOS HABITANTES   DE LAS ROCAS
 
 

Enclavado en el extremo sureste del Condado de Treviño, se sitúa el pequeño pueblo de Lañu (Laño), oculto en un precioso y coqueto valle rodeado de bosques y de campos de cultivo, parece querer mantenerse al margen del alocado sistema de vida actual. Esta aldea ubicada en la montaña treviñesa, esconde un precioso tesoro que cuenta al viajero curioso historias de eremitas, ascetas, viviendas trogloditas, en fin de misterios enraizados en lo más profundo de nuestra cultura, que se nos presentan al alcanze de la mano para conocerlos con humildad y curiosidad.


A la entrada del valle en el que se ubica Lañu, muy cerca de la localidad, encontramos un desfiladero que albega antiguas cuevas excavadas en la roca por los primeros cristianos de éstas tierras, tal vez ascetas que voluntariamente pretendián huir de los lujos de la iglesia oficial. El conjunto se divide en dos zonas, a la derecha según entramos en el valle dirección Lañu, se localiza el conjunto de cuevas denominado “Las Gobas”, y a nuestra izquierda el conjunto denominado “Santorkaria”. Una bonita forma de acercarse a conocer ambos enclaves, puede ser caminando desde la misma localidad de Lañu,  siguiendo el camino balizado, paseando entre campos de cereal hasta dar con el acceso hasta el  primero de los conjuntos, “Las Gobas”. Su nombre, parece una derivación de la palabra en euskera “Goba” o “Gobea”, es decir cueva, otra teoría nos dice que sería una derivación de “Godo”, en referencia a los constructores de las mismas. La primera cueva se encuentra un poco apartada del resto de habitáculos, y se denomina “La cueva de la doctora”, según cuenta la leyenda, en ella habitó la última de los gentiles, raza de gigantes mitológicos que habitó en nuestras montañas hasta la llegada del Cristianismo, en el interior de la cueva pueden verse excavadas en la roca un conjunto de tumbas.

 
Inicialmente, las cuevas se excavaron para su utilización como vivienda, allá por el siglo VII, se llegó a crear un auténtico poblado, que constaba además de las viviendas, de lugares de reunión y culto, en algunas podemos ver zonas para el altar, con un pequeño abside, bóveda de cañón, y hasta ornazinas para las reliquias, parece ser que hasta una de ellas ubicada a 11 metros sobre el suelo, se utilizó como silo de almacenamiento. El sistema de excavación, se basaba en realizar unas ranuras en la roca, en las que se introducían unas barras de hierro que golpeandolas, producían los huecos.
 

A finales del siglo IX y principios del siglo X, se traslado el poblado a la actual ubicación de Lañu, fue entonces cuando se aprovecharon los habitáculos como lugar de enterramiento, tallando en la roca tumbas de fromas rectangulares y trapezoidales, creando de ésta forma una autentica necropolis. Pasado el tiempo y perdido el carácter sagrado del lugar, hacia el siglo XVI, se utilizaron como cerramientos para guardar el ganado, y de ésta forma hasta nuestros días en los que tenemos la oportunidad de disfrutar de un lugar cargado de magia y simbolismo, que no todo el mundo sabe respetar como mereciera a juzgar por las pintadas que energumenos se dedican a realizar en los interiores de las cuevas.

Podemos continuar el paseo y aercarnos hasta el enclave de Santorkaria situado frente a nosotros en un agradable paseo, y visitar alguna cueva más ubicada en el mismo.

Merece la pena acercarse hasta Lañu y visitar sin prisa ésta mágico entorno rupestre, admirar el antiguo trabajo de aquellos hombres, que adaptaron el medio a sus necesidades con ingenio y respeto hacía lo que les rodeaba.