sábado, 16 de marzo de 2013

TROIS-VILLES, HUELLAS DE LOS MOSQUETEROS EN TIERRAS VASCAS



Trois-Villes (Iruri), es un pequeño y tranquilo pueblecito enclavado en el corazón del territorio de La Soule (Zuberoa), en el extremo noreste de la Tierra de Los Vascos.

Su caserío reposa abrigado bajo los misteriosos bosques del macizo de Arbailla y las imponentes y atractivas montañas del Pirineo.

Cuando el viajero llega a Trois-Villes, no puede sospechar que oculto bajo el barniz de una pequeña aldea vasca, se esconde una historia vinculada ni más ni menos que con los famosos mosqueteros del rey Luis XIII, que Alejandro Dumas inmortalizó en su célebre novela de 1844, “Los tres mosqueteros”.

Enclavado en el centro de la localidad,  oculto, como queriendo guardar su secreto, se encuentra el castillo del conde de Trois-Villes rodeado por unos preciosos y cuidados jardines de estilo inglés. Dicho conde fue un personaje histórico que llegó a ser capitán de los mosqueteros reales y que el escritor normando inmortalizó en su famosa novela publicada en 1844.

Su nombre era Jean-Arnaud du Peyrer (1598-1672), nacido en la cercana localidad bearnesa de Oloron-Sainte-marie, situado a escasos 31 km. de Iruri, hijo de comerciantes, consiguió hacer carrera como mosquetero del rey, siendo nombrado capitán de éste cuerpo con 36 años de edad, posteriormente llegaría a mariscal de campo, máximo grado en la escala de oficiales del antiguo ejercito de tierra frances. Se casó y ya retirado del servicio militar, regreso a la zona donde había nacido, trasladandose a Zuberoa, donde en 1660, mandó construir éste castillo de Iruri.

Por aquel entonces, ya era conde de Trois-Villes y comenzó a adquirir tierras en la provincia por recomendación de otro personaje que aparece en la novela de Dumas, el cardenal Richelieu. Adquirió, así la baronía de Moncayolle (Mithikile en euskera zuberotarra) y el vizcondado de Zuberoa junto con el título de vizconde que venía unido a las tierras. Estos terrenos, eran comunales y  pertenecían a los estados de Zuberoa, pero por obligación de una orden real, habían salido a la venta, algo que creço un profundo malestar en los habitantes de la región, que lo veían como un ataque a sus privilegios forales.

Esta situación de conculcación del fuero vasco, zuberotarra en éste caso, provoca una serie de pleitos, hasta que en junio de 1661 tiene lugar un masivo levantamiento encabezado por el párroco de la localidad de Moncayolle, Bernard de Goyenetche, apodado Matalas, bajo el grito de herria! herria! (¡pueblo! ¡pueblo!). Los sublevados cercan el castillo de la capital zuberotarra, Mauléon-Licharre (Maule-Lextarre), atacando principalmente a los burgeses y funcionarios protestantes. Queman dos casas de la localidad de Chéraute (Sohüta), ubicada junto a Mauléon-Licharre y violentan la iglesia de Montory (Montori), cerca de Trois-Villes, y amenazan al pastor protestante de Mauléon-Licharre Jacques de Bustanoy, éste pastor intenta negociar con los sublevados, pero no consigue acuerdo alguno. Finalmente los nobles zuberotarras logran que el parlamenteo de Burdeos, tome cartas en el asunto y envia una serie de tropas comandadas por un mercenario llamado Calvo. El 12 de octubre apresan a Matalas en Gentein y degollandolo posteriormente, su cabeza fue expuesta en la barbacana de la muralla de Maule, hasta que alguien la hizo desaparecer misteriosamente para su enterramiento digno según cuentan las crónicas.
 

Tras ésta revuelta la región se sumió en una época de gran pobreza.

Junto con el conde de Trois-Villes, otros tres personajes de la novela de Dumas, son originarios de ésta zona, concretamente de la región del Bearne. Isaac de Porthau, inspirador del personaje de Portos, era oriundo del pueblo de Ogenne-Camptort, a 38 km. al norte de Iruri. Henri d´Aramitz, Aramis en la novela, nació en la localidad de Aramitze, a 15 km. al este de Iruri. Armand de Sillègue d´Athos d´Autevielle, Athos, nacido en la localidad de Athos-Aspis a 38 km. al norte de Iruri.

Además de por éstos datos cuando menos curiosos, la zona merece una o muchas visitas, siendo una de las regiones con una mayor identidad cultural del Pais de Los Vascos, un lugar realmente hermoso al que conviene acercarse sin prisas, mágicamente van surgiendo historias y lugares que nos atraparán y dejarán un hermoso poso en nuestro recuerdo, pues Zuberoa es misterio en si misma.

martes, 12 de marzo de 2013

LAS CUEVAS EREMITICAS DE LAÑO


EL MISTERIO DE LOS HABITANTES   DE LAS ROCAS
 
 

Enclavado en el extremo sureste del Condado de Treviño, se sitúa el pequeño pueblo de Lañu (Laño), oculto en un precioso y coqueto valle rodeado de bosques y de campos de cultivo, parece querer mantenerse al margen del alocado sistema de vida actual. Esta aldea ubicada en la montaña treviñesa, esconde un precioso tesoro que cuenta al viajero curioso historias de eremitas, ascetas, viviendas trogloditas, en fin de misterios enraizados en lo más profundo de nuestra cultura, que se nos presentan al alcanze de la mano para conocerlos con humildad y curiosidad.


A la entrada del valle en el que se ubica Lañu, muy cerca de la localidad, encontramos un desfiladero que albega antiguas cuevas excavadas en la roca por los primeros cristianos de éstas tierras, tal vez ascetas que voluntariamente pretendián huir de los lujos de la iglesia oficial. El conjunto se divide en dos zonas, a la derecha según entramos en el valle dirección Lañu, se localiza el conjunto de cuevas denominado “Las Gobas”, y a nuestra izquierda el conjunto denominado “Santorkaria”. Una bonita forma de acercarse a conocer ambos enclaves, puede ser caminando desde la misma localidad de Lañu,  siguiendo el camino balizado, paseando entre campos de cereal hasta dar con el acceso hasta el  primero de los conjuntos, “Las Gobas”. Su nombre, parece una derivación de la palabra en euskera “Goba” o “Gobea”, es decir cueva, otra teoría nos dice que sería una derivación de “Godo”, en referencia a los constructores de las mismas. La primera cueva se encuentra un poco apartada del resto de habitáculos, y se denomina “La cueva de la doctora”, según cuenta la leyenda, en ella habitó la última de los gentiles, raza de gigantes mitológicos que habitó en nuestras montañas hasta la llegada del Cristianismo, en el interior de la cueva pueden verse excavadas en la roca un conjunto de tumbas.

 
Inicialmente, las cuevas se excavaron para su utilización como vivienda, allá por el siglo VII, se llegó a crear un auténtico poblado, que constaba además de las viviendas, de lugares de reunión y culto, en algunas podemos ver zonas para el altar, con un pequeño abside, bóveda de cañón, y hasta ornazinas para las reliquias, parece ser que hasta una de ellas ubicada a 11 metros sobre el suelo, se utilizó como silo de almacenamiento. El sistema de excavación, se basaba en realizar unas ranuras en la roca, en las que se introducían unas barras de hierro que golpeandolas, producían los huecos.
 

A finales del siglo IX y principios del siglo X, se traslado el poblado a la actual ubicación de Lañu, fue entonces cuando se aprovecharon los habitáculos como lugar de enterramiento, tallando en la roca tumbas de fromas rectangulares y trapezoidales, creando de ésta forma una autentica necropolis. Pasado el tiempo y perdido el carácter sagrado del lugar, hacia el siglo XVI, se utilizaron como cerramientos para guardar el ganado, y de ésta forma hasta nuestros días en los que tenemos la oportunidad de disfrutar de un lugar cargado de magia y simbolismo, que no todo el mundo sabe respetar como mereciera a juzgar por las pintadas que energumenos se dedican a realizar en los interiores de las cuevas.

Podemos continuar el paseo y aercarnos hasta el enclave de Santorkaria situado frente a nosotros en un agradable paseo, y visitar alguna cueva más ubicada en el mismo.

Merece la pena acercarse hasta Lañu y visitar sin prisa ésta mágico entorno rupestre, admirar el antiguo trabajo de aquellos hombres, que adaptaron el medio a sus necesidades con ingenio y respeto hacía lo que les rodeaba.