LAMIÑOSIN
El río Agauntza nace en lo alto de la sierra de Aralar, donde las verdes
praderas extienden su inmaculado manto herboso, entre altivas y míticas cumbres
MONTAÑAS DE ARALAR
y antiguos monumentos prehistóricos que nos cuentan de la presencia del hombre
en esta sierra desde hace milenios.
DOLMEN DE JENTILLARRI
Surge como un arroyo de montaña, y a lo
largo de su recorrido se nutre de las diversas regatas que se abren paso entre
los insondables hayedos.
HAYEDO EN ARALAR
El pequeño riachuelo sigue su curso hasta convertirse
en el río que desembocará en el Oria, unido al cual realizará su viaje que le
llevará a buscar, siguiendo un misterioso ciclo, el profundo y magnético Océano.
CANTABRICO
El Agauntza marca la frontera occidental de la sierra, fiel guardián
de viejas historias, de antiquísimos cuentos mitológicos, de ancestrales leyendas,
guarda en la hondura de sus aguas la esencia, el ser de un pueblo, de una
cultura vieja, como viejas son las montañas que la vieron nacer. Sus riberas fueron
cuna del insigne investigador don Joxe Miguel de Barandiarán, sin cuyas
investigaciones, gran parte de nuestro acervo cultural se hubiera disipado en
el tiempo y desaparecido irremediablemente.
Tras cruzar el barrio de
San Martín situado en la localidad gipuzkoana de Ataun, el Agauntza, continua su
discurrir, siguiendo su telúrico ciclo, buscando las profundidades del Cantábrico,
es entonces cuando en un remanso junto a los terrenos del caserío Sastei,
descubre a quien se acerque a sus orillas, con ganas de escuchar su susurro, uno
de sus secretos mejor guardados, es entonces, cuando, aunque sea por un
momento, comparte con el viajero curioso su ancestral sabiduría mitológica. En
un escondido recoveco, al borde de la carretera, encontramos el rincón conocido
como Lamiñosin, o pozo de las lamias. Pudiera ser un remanso más del río, pero
en este cobijo, oculto de miradas ajenas, como queriendo pasar desapercibido,
nos topamos con uno de los principales mitos de nuestras antiguas creencias.
LAMIÑOSIN
Cuenta la tradición que en
este pequeño rinconcito del río vivieron las lamias, esos seres mitológicos con
forma de mujer pero pies de pato, que pasan el tiempo peinando sus largos
cabellos con un peine de oro a la ribera de ríos, pozos y arroyos.
LAMIA
En la poza de Lamiñosin,
cuentan las viejas leyendas que habitaron estos míticos seres, que en ocasiones
secuestraban a los humanos, quienes se protegían de los genios mediante diferentes
medios, como el que nos describe una leyenda situada en este pozo.
Cuentan
las viejas historias que dos lamias salieron al encuentro de un hombre que
pasaba cerca del pozo de Lamiñosin, una de ellas le dijo a la otra : ”Elakio, elakio” (agárrele, agárrale), a
lo que la otra respondió: “Ik elakio. Or
zeuzken orrek / amak jarritta / errueda ta apio” (Agárrale tú. Ahí tiene
ese / puesto por su madre / ruda y apio), esta leyenda nos deja entrever las
propiedades profilácticas de algunas plantas frente a determinados númenes
mitológicos.
Otro antiguo cuento sobre
el pozo de Lamiñosin, nos cuenta lo siguiente:
“Cada
día, el etxekojaun (señor de la casa ) del caserío Sastei, cercano a la poza,
labraba sus campos, sucedió que un día, los bueyes se desviaron hacía
Lamiñosin, con el rastrillo detrás de ellos, cuando los animales consiguieron
salir del río, cual fue la sorpresa del campesino, al ver que el rastrillo
arrastraba una lamia cuyos cabellos se habían enredado en el mismo. El señor
decidió llevarse al genio a su casa con la intención de mantenerlo, pero no
lograba arrancar una sola palabra del numen, aunque los días iban pasando. En estas estaban, cuando un buen día, las
gentes de Sastei se hallaban trabajando en la cuadra, y la lamia se encontraba
sola en la cocina del caserío. En el fuego, había un puchero de leche, que
comenzó a hervir, desbordándose el líquido. En ese preciso instante, la lamia
comenzó a gritar “Txurie gora” (lo blanco arriba), acto seguido desapareció por
la chimenea dejando olvidado su peine de oro. El numen regresó al caserío
amenazando a los moradores con la destrucción de sus futuros descendientes si
no recuperaba el valioso objeto. La etxekoandre (señora de la casa) consultó al
párroco, quien le aconsejó que colocara el peine en la punta de un palo largo,
de manera que la lamia cogió la vara y desapareció para siempre.”
Son muchas las historias que nos hablan de estos genios, que generalmente se ocultan de las miradas de humanas, pero que en ocasiones tienen relaciones con ellos, tanto amorosas, si bien nunca terminan con éxito, como relaciones de amistad y colaboración, como sucede en la leyenda siguiente:
“Unas
lamias solicitaron los servicios de una mujer para que ejerciera como
comadrona, esta fue a la morada de los genios y realizando su labor con éxito,
los númenes la invitaron a comer. La mujer viendo lo blanco que era el pan que
utilizaban las lamias, guardo un trozo en el bolso para llevarlo a su casa,
tras la comida, los genios le obsequiaron con una rueca y un huso de oro, pero
al disponerse a marchar, la mujer no podía levantarse de su asiento. Las lamias
le dijeron que era por haber tomado algo que no era suyo, la señora dejo el
trozo de pan y marchó a casa, pero los genios le advirtieron que no mirara
hacia atrás, hasta llegar a su casa, pero justo al meter un pie en el portal,
la mujer no pudo aguantar más y se giró, automáticamente desaparecieron la
mitad de sus regalos”.
PUENTE DE LIGI
En otras ocasiones, las lamias son constructoras de diversas
edificaciones de la tierra de los vascos como la que nos cuenta el porqué de la
edificación del hermoso puente de Ligi:
“Ligi es una deliciosa localidad situada en la
fascinante y magnética comarca de Basabürüa, perteneciente a la región de
Zuberoa (La Soule), en el departamento francés de Pirineos Atlánticos (Pyrénées-Atlantiques). Existe un puente en esta localidad zuberotarra, que
se dice fue construido por las lamias. Anteriormente, había aquí un puente, pero
era terriblemente endeble, por lo que se lo llevó el agua. Sucedió que por entonces se le apareció una lamia a un poderoso señor de la zona, la cual
le propuso construir un resistente puente en una noche antes del canto del
gallo, pero a cambio el señor debía entregarle su alma al morir. El señor
aceptó y se concertó la fecha de construcción, pero llegando el día, el hombre
comenzó a asustarse, por lo que consultó con el cura de la localidad, el cual
le entregó dos huevos puestos por una gallina negra con la esperanza de que
naciera un gallo de uno de ellos. Llegó la noche de la construcción, las lamias
se pasaban las piedras de unas a otras mientras decían, “Dámela Guillén, Tómala
Guillén”, “Aquí somos once mil Guillén”. Casi al amanecer, al puente le faltaba
la última piedra para estar terminado, pero en ese momento nació un gallo de
uno de los huevos de la gallina negra, cantando con estridencia. Las lamias
huyeron rápidamente gritando: “Maldito sea el huevo puesto por la gallina negra
de Marzo”, y el puente quedó inconcluso
a falta de esa última piedra.”
LAMIA
Estos son solo unas muestras
de todo el acervo mitológico que se oculta tras estos númenes, en muchos
rincones, hoy casi olvidados, habitan las lamias, quizás sigan allí, peinando
sus largos cabellos con su peine de oro, despacio, al borde de algún río, mientras
los humanos pasamos junto a ellas, siempre con prisa, sin pararnos a escuchar
las ancestrales historias que nos tienen reservadas a quien se acerque a
escuchar su arcaico susurro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario