lunes, 6 de julio de 2015

ZUBIGAINEKOA. VIEJAS DANZAS BAÑADAS POR EL BIDASOA

ZUBIGAINEKOA


Lesaka es una deliciosa localidad navarra que se agazapa entre las orillas del río mágico de los vascos, el Bidasoa, y las impresionantes montañas de Agiña y Bianditz. 

BIANDITZ

Celosa guardiana de sus tradiciones, que son en muchos casos, las de toda la Tierra de los vascos, no en vano, cuenta la tradición que sus bosques son la cuna del mítico Olentzero. 

OLENTZERO

El tiempo transcurre con calma en esta localidad perteneciente a las Cinco Villas (Bortziriak), que junto con Etxalar, Bera, Arantza e Igantzi, componen esta comarca de la navarra pirenaica. En Lesaka la historia, se hace presente en cada rincón, son muchos los lugares y monumentos que nos susurran su pasado, pasado que ha ido quedando en la memoria de los habitantes de estos valles, desde los lejanos tiempos prehistóricos, como lo atestiguan los viejos cromlechs que pueblan sus montañas.
Una de estas tradiciones transmitida de padres a hijos a través de los siglos, son un conjunto de danzas que se bailan el día de San Fermín (7 de julio). Se trata de la Zubigainekoa, danzanda sobre los petriles del río Onin, y convertida en símbolo de la villa; la Makil Gurutze Dantza; la Martxa Dantza y la Zaharkakoa.

ZUBIGAINEKOA

La danza se divide en dos partes, la primera comienza hacía las diez y media de la mañana cuando en la plaza, los “dantzaris” se van reuniendo poco a poco. Van ataviados con pantalón y blusa blancos, escapularios sobre la camisa tanto en el delantero como en trasero, bandas de colores cruzando pecho y espalda y cascabeles sobre cintas en la parte baja del pantalón, completa el atuendo las alpargatas, la txapela y la faja. 

ESCAPULARIOS EN LA VESTIMENTA DE UN DANTZARI

Inician un recorrido por las calles divididos en dos filas, van unidos por unas “makilas” (bastones) forrados con cintas blancas y rojas, que sujetan con sus manos, ambas filas se unen en la figura del capitán, “dantzari” principal. Van avanzando bajo el ritmo conocido como Napoleones, cada cierto tiempo, tejen y destejen una armadura con sus makilas, en un auténtico ejercicio de contorsionismo y compleja coreografía, que para ojos no expertos es algo realmente caótico. 

ZUBIGAINEKOA

Tras la comitiva de “dantzaris” desfilan las autoridades con el pendón del pueblo, así se llega a la iglesia, donde tras realizar un arco de “makilas” a los asistentes, tiene lugar la Misa Mayor.

ZUBIGAINEKOA

Tras la Ceremonia, el abanderado ondea el pendón ante San Fermín dando comienzo acto seguido a una procesión, los “dantzaris” acompañan a la figura del Santo, así como al pendón y a la Cruz en un recorrido por las calles de la localidad.
Poco a poco, sin prisa, la comitiva va acercándose hasta las orillas del río Onin, que cruza el pueblo, la entrada de los “dantzaris” por la orilla derecha del río, es seguida con muchísima expectación y emoción por los presentes. Los bailarines acompañan a las autoridades y al pendón hasta el ayuntamiento donde les ofrecen de nuevo un arco con sus “makilas”.
Entonces llega el momento cumbre, la tensión se refleja tanto en los rostros del público como en el de los “dantzaris”, quienes uno a uno van subiendo a los petriles de ambos lados del río, mientras el capitán se coloca en el puente que une ambas orillas. Es en ese momento cuando los bailarines danzan la “Zubigainekoa”, concentrados, conscientes de que están reviviendo un rito, al igual que lo hicieron sus antepasados, orgullosos, sabedores de que son herederos y depositarios de algo suyo, de su fiesta, de su tradición.

ZUBIGAINEKOA


Concluida la “Zubigainekoa”, los “dantzaris” se retiran y es entonces cuando el abanderado ondea el pendón sobre el río colocado en el puente siguiendo el son del “Tantirumairu”. Tras este acto, todos se dirigen a la plaza, donde los “dantzaris” bailan al pendón.
Es una fiesta para vivirla allí, los de fuera estamos como de prestado, sin embargo, te hacen sentir uno más de su festejo, al fin y al cabo, es su tradición, su herencia. Los rostros rígidos y esforzados de los bailarines nos hablan del orgullo de vivir en estas montañas, de ser transmisores de una tradición lejana, muy lejana, que hunde sus raíces en esta tierra como los árboles de esas mismas montañas.
Todo es simbología en estas danzas, la versión oficial, nos cuenta que se tarta de rememorar la paz que se firmo en el siglo XV entre los barrios de la villa, en concreto entre el de Legarrea y el de Pikuzelaia. Sin embargo viendo éstas maravillosas danzas, te das cuenta de que algo mágico y muy arcaico, se respira en ellas, son muchos los símbolos que se observan, como por ejemplo la “makil-gurutze” que los “dantzaris” van realizando sobre sus cabezas, unido al carácter propiciatorio y protector del hierro, puesto que está demostrado que las “makilas” son sustitutos de espadas utilizadas antiguamente. Así mismo la “Zubigainekoa” y el ondeado del pendón también son interesantes, una versión dice que los “dantzaris” representarían a los juncos que crecen a la orillas de los ríos, y el ondeo del pendón sería el dominio sobre las aguas, siendo de ésta forma rituales profilácticos contra plagas de insectos. 

ONDEO DEL PENDON

Se desconoce, quizás afortunadamente, el auténtico origen de estas danzas, su porqué original, pero hay están para nuestro disfrute, guardándose para sí su ancestral misterio. 

Danza, rito, fiesta, emoción, tradición, simbología, carácter, todo se mezcla en el mágico mundo de las danzas de Lesaka. Tan sólo queda ir, disfrutar, escuchar el susurro de esta telúrica tradición en cada salto de los dantzaris sobre los petriles, viajar hasta allí con la mente y el corazón abiertos siendo conscientes de que estamos inmersos en el momento de la tradición, de su tradición.

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