ZUBIGAINEKOA
Lesaka es una deliciosa localidad navarra que se agazapa entre las
orillas del río mágico de los vascos, el Bidasoa, y las impresionantes montañas
de Agiña y Bianditz.
BIANDITZ
Celosa guardiana de sus tradiciones, que son en muchos
casos, las de toda la Tierra de los vascos, no en vano, cuenta la tradición que
sus bosques son la cuna del mítico Olentzero.
OLENTZERO
El tiempo transcurre con calma en
esta localidad perteneciente a las Cinco Villas (Bortziriak), que junto con
Etxalar, Bera, Arantza e Igantzi, componen esta comarca de la navarra
pirenaica. En Lesaka la historia, se hace presente en cada rincón, son muchos
los lugares y monumentos que nos susurran su pasado, pasado que ha ido quedando
en la memoria de los habitantes de estos valles, desde los lejanos tiempos
prehistóricos, como lo atestiguan los viejos cromlechs que pueblan sus montañas.
Una de estas tradiciones transmitida
de padres a hijos a través de los siglos, son un conjunto de danzas que se
bailan el día de San Fermín (7 de julio). Se trata de la Zubigainekoa, danzanda
sobre los petriles del río Onin, y convertida en símbolo de la villa; la Makil
Gurutze Dantza; la Martxa Dantza y la Zaharkakoa.
ZUBIGAINEKOA
La danza se divide en dos
partes, la primera comienza hacía las diez y media de la mañana cuando en la
plaza, los “dantzaris” se van reuniendo poco a poco. Van ataviados con pantalón
y blusa blancos, escapularios sobre la camisa tanto en el delantero como en
trasero, bandas de colores cruzando pecho y espalda y cascabeles sobre cintas
en la parte baja del pantalón, completa el atuendo las alpargatas, la txapela y
la faja.
ESCAPULARIOS EN LA VESTIMENTA DE UN DANTZARI
Inician un recorrido por las calles divididos en dos filas, van unidos
por unas “makilas” (bastones) forrados con cintas blancas y rojas, que sujetan
con sus manos, ambas filas se unen en la figura del capitán, “dantzari”
principal. Van avanzando bajo el ritmo conocido como Napoleones, cada cierto
tiempo, tejen y destejen una armadura con sus makilas, en un auténtico
ejercicio de contorsionismo
y compleja coreografía, que para ojos no expertos es algo realmente caótico.
ZUBIGAINEKOA
Tras la comitiva de “dantzaris” desfilan las autoridades con el pendón del
pueblo, así se llega a la iglesia, donde tras realizar un arco de “makilas” a
los asistentes, tiene lugar la Misa Mayor.
ZUBIGAINEKOA
Tras la Ceremonia, el
abanderado ondea el pendón ante San Fermín dando comienzo acto seguido a una
procesión, los “dantzaris” acompañan a la figura del Santo, así como al pendón
y a la Cruz en un recorrido por las calles de la localidad.
Poco a poco, sin prisa, la
comitiva va acercándose hasta las orillas del río Onin, que cruza el pueblo, la
entrada de los “dantzaris” por la orilla derecha del río, es seguida con muchísima
expectación y emoción por los presentes. Los bailarines acompañan a las
autoridades y al pendón hasta el ayuntamiento donde les ofrecen de nuevo un
arco con sus “makilas”.
Entonces llega el momento
cumbre, la tensión se refleja tanto en los rostros del público como en el de
los “dantzaris”, quienes uno a uno van subiendo a los petriles de ambos lados
del río, mientras el capitán se coloca en el puente que une ambas orillas. Es
en ese momento cuando los bailarines danzan la “Zubigainekoa”, concentrados,
conscientes de que están reviviendo un rito, al igual que lo hicieron sus
antepasados, orgullosos, sabedores de que son herederos y depositarios de algo
suyo, de su fiesta, de su tradición.
ZUBIGAINEKOA
Concluida la “Zubigainekoa”,
los “dantzaris” se retiran y es entonces cuando el abanderado ondea el pendón
sobre el río colocado en el puente siguiendo el son del “Tantirumairu”. Tras este
acto, todos se dirigen a la plaza, donde los “dantzaris” bailan al pendón.
Es una fiesta para vivirla
allí, los de fuera estamos como de prestado, sin embargo, te hacen sentir uno
más de su festejo, al fin y al cabo, es su tradición, su herencia. Los rostros
rígidos y esforzados de los bailarines nos hablan del orgullo de vivir en estas
montañas, de ser transmisores de una tradición lejana, muy lejana, que hunde
sus raíces en esta tierra como los árboles de esas mismas montañas.
Todo es simbología en estas danzas, la versión oficial, nos cuenta que
se tarta de rememorar la paz que se firmo en el siglo XV entre los barrios de
la villa, en concreto entre el de Legarrea y el de Pikuzelaia. Sin embargo
viendo éstas maravillosas danzas, te das cuenta de que algo mágico y muy
arcaico, se respira en ellas, son muchos los símbolos que se observan, como por
ejemplo la “makil-gurutze” que los “dantzaris” van realizando sobre sus
cabezas, unido al carácter propiciatorio y protector del hierro, puesto que
está demostrado que las “makilas” son sustitutos de espadas utilizadas
antiguamente. Así mismo la “Zubigainekoa” y el ondeado del pendón también son
interesantes, una versión dice que los “dantzaris” representarían a los juncos
que crecen a la orillas de los ríos, y el ondeo del pendón sería el dominio
sobre las aguas, siendo de ésta forma rituales profilácticos contra plagas de
insectos.
ONDEO DEL PENDON
Se desconoce, quizás afortunadamente, el auténtico origen de estas
danzas, su porqué original, pero hay están para nuestro disfrute, guardándose
para sí su ancestral misterio.
Danza, rito, fiesta,
emoción, tradición, simbología, carácter, todo se mezcla en el mágico mundo de
las danzas de Lesaka. Tan sólo queda ir, disfrutar, escuchar el susurro de esta
telúrica tradición en cada salto de los dantzaris sobre los petriles, viajar
hasta allí con la mente y el corazón abiertos siendo conscientes de que estamos
inmersos en el momento de la tradición, de su tradición.
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