CUEVA DE AITZBITARTE IV
Hay un
lugar oculto entre los bosques bañados por el río Urumea, que guardan
celosamente la esencia más ancestral de nuestro pasado más remoto. Se trata del
conjunto de siete cuevas prehistóricas de Aitzbitarte.
LAS CUEVAS ENTRE EL BOSQUE
Se sitúan en un paraje espectacular, mágico, con una naturaleza sublime que sirve de marco selvático para uno de los principales yacimientos arqueológicos de Gipuzkoa. Su propio nombre nos habla del carácter de su ubicación, Aitzbitarte que significaría “entre dos rocas”, se ubica en el barranco formado por las montañas de Aitzbitarte e Igorin, dentro del parque natural de Aiako Harriak-Peñas de Aya.
MONTE IGORIN DESDE LA CUEVA DE AITZBITARTE
Su localización es muy sencilla desde el parking ubicado en las cercanías del área de recreo de Listorreta, pertenecientes a la localidad de Errenteria, lo que ha propiciado múltiples expolios de materiales prehistóricos y la acción de gentuza que no sabe respetar el valiosísimo legado que nuestros ancestros más lejanos han depositado en nuestras manos, para que lo cuidemos, amemos, conozcamos y se lo leguemos a nuestros hijos.
Pero
volvamos a nuestras mágicas cuevas, sentados en la entrada de la mayor
(Aitzbitarte IV), es fácil imaginar, gracias a las excavaciones e investigaciones
realizadas, como sería la vida de aquellas personas que habitaron estas tierras
hace milenios.
Un mágico bosque autóctono de alisos, tejos y avellanos, parece intentar ocultar los tesoros que guardan las cuevas, en su regazo, el arroyo de Landarbaso, fluye saltarín bajo las cavidades, llevando consigo el orgullo de haber sido suministro de agua de aquellos Homo Sapiens-Sapiens que habitaban en la zona.
Aún hoy, si acertamos a llegar a Aitzbitarte, caminando sin prisa, entre la floresta, acompañados del rumor de las cascaditas del riachuelo y de la telúrica magia de los árboles que nos rodean, escucharemos el rumor del viento en las hojas de los árboles, susurrándonos viejas historias de seres que habitaron aquí, de personas cuyo centro vital eran estas cuevas, de aquellos que vivieron y formaron parte de este entorno. Merece la pena internarse en la profundidad de la caverna, en solitario, apagar nuestra lámpara frontal y escuchar el sonido del silencio, transportándonos al principio de los tiempos, al ser y al sentir de quienes fueron y sintieron en este mismo lugar.
TEJO CERCA DE LA CUEVA
Un mágico bosque autóctono de alisos, tejos y avellanos, parece intentar ocultar los tesoros que guardan las cuevas, en su regazo, el arroyo de Landarbaso, fluye saltarín bajo las cavidades, llevando consigo el orgullo de haber sido suministro de agua de aquellos Homo Sapiens-Sapiens que habitaban en la zona.
RIO LANDARBASO
Aún hoy, si acertamos a llegar a Aitzbitarte, caminando sin prisa, entre la floresta, acompañados del rumor de las cascaditas del riachuelo y de la telúrica magia de los árboles que nos rodean, escucharemos el rumor del viento en las hojas de los árboles, susurrándonos viejas historias de seres que habitaron aquí, de personas cuyo centro vital eran estas cuevas, de aquellos que vivieron y formaron parte de este entorno. Merece la pena internarse en la profundidad de la caverna, en solitario, apagar nuestra lámpara frontal y escuchar el sonido del silencio, transportándonos al principio de los tiempos, al ser y al sentir de quienes fueron y sintieron en este mismo lugar.
INTERIOR DE LA CUEVA
Son
muchos los restos localizados por los arqueólogos, las excavaciones las comenzó
en 1892, Modesto del Valle, pero fue en 1960, cuando tomaron verdadero carácter
científico, de la mano del indispensable don José Miguel de Barandiarán. En
estas prospecciones, se han hallado restos de presencia humana que nos remonta
hasta hace 24.000 años, lo que nos sitúa en la cultura del Perigordiense,
dentro de la época del Paleolítico superior, además de restos de animales cómo
el mamut, el rinoceronte o el oso cavernario.
Las
viejas leyendas de nuestra mitología, también han dejado su poso en este enigmático
lugar, como la que nos cuenta que en las peñas de Aitzbitarte, hay escondido un
tesoro, tan a flor de tierra, que las ovejas pueden tocarlo con sus pezuñas. Probablemente,
esta leyenda enlace con el mito celta de que en los viejos castros existen
tesoros custodiados por unos míticos seres llamados “Mouros”, que sólo serán
mostrados al osado que llegue al castro en la noche de San Juan, siempre son
tesoros compuestos de antiguas sabidurías, nunca de riqueza material.
Se cree que las cuevas eran habitáculo de Basajaun, el señor del bosque, un ser cubierto de pelo y con patas una humana y otra de planta circular. El basajaun es el reflejo del hombre salvaje, habitante de bosques y selvas, sin embargo, ayuda a los pastores avisándoles de la llegada de la tormenta o el lobo, enlaza con el Busgosu de la mitología asturiana o el Basajarau de la pirenaica.
CASTRO DE A CIDA
Se cree que las cuevas eran habitáculo de Basajaun, el señor del bosque, un ser cubierto de pelo y con patas una humana y otra de planta circular. El basajaun es el reflejo del hombre salvaje, habitante de bosques y selvas, sin embargo, ayuda a los pastores avisándoles de la llegada de la tormenta o el lobo, enlaza con el Busgosu de la mitología asturiana o el Basajarau de la pirenaica.
SAN JUAN ZARR
Otras leyendas nos cuentan como las cuevas comunican con diferentes caseríos, como es el de Arandan de Oiartzun, un corzo que entró en las cuevas de Aitzbitarte, asomó su cornamenta en la cocina de dicho caserío. Algo parecido le sucedió a una cabra que asomó la cabeza en el caserío Aitzbitarte.
CASERIO AITZBITARTE
Las
cuevas de Aitzbitarte, son un pequeño, gran tesoro que tenemos que conservar,
un lugar cargado de telúrica magia, de historia antigua, muy antigua, que
afortunadamente nos ha llegado desde lo más profundo de los tiempos, desde el
legado de nuestros ancestros más remotos.
Disfrutemos, pues, de ellas y de su entorno y escuchemos en silencio y sin prisa su ancestral misterio, sus viejas historias, leyendas, cuentos que nos tienen reservados a quien se acerque a ellas con el corazón abierto y dispuesto a dejarse embaucar por su telúrica esencia.
CUEVA DE AITZBITARTE
Disfrutemos, pues, de ellas y de su entorno y escuchemos en silencio y sin prisa su ancestral misterio, sus viejas historias, leyendas, cuentos que nos tienen reservados a quien se acerque a ellas con el corazón abierto y dispuesto a dejarse embaucar por su telúrica esencia.
Me encanta. Estamos enamorados del País Vasco, pero si me hablas de prehistoria, ya me quito el sombrero. Gracias por compartir. Esperamos poder disfrutar de ello algún día por vuestras hermosas tierras.
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