CORDALES DE BIANDITZ
Me
gustan los espacios abiertos, las montañas altivas, con carácter, que se dejan
acariciar por todos los vientos, fundirme con sus crestas herbosas, dulces,
amables, mientras el viento acaricia mi cabeza y mis pasos parecen navegar
sobre las hermosas lomas.
EN LAS ALAS DEL VIENTO
Me
gusta vagar libre por sus cordales abiertos sobre el horizonte infinito, por
sus verdes líneas de pastos, por sus collados, por sus senderos que dominan un
paisaje estremecedor de cientos de picos y de intrincados valles escondidos al
calor de los bosques, acariciar con mis botas la hierba bajo los cielos
sublimes de viento sur. Buscar la seguridad de las montañas.
Son
muchos los picos que nos regalan la oportunidad de sentir el viento como
compañero en nuestro pausado caminar, uno de ellos es Bianditz, una montaña que
eleva sus 841 metros sobre las montañas del recién “estrenado” Pirineo.
BIANDITZ
Bianditz es una cima que a pesar de su modesta altitud, esconde multitud de
tesoros que descubrir si nos acercamos a ella con humildad y ganas de saber de
sus secretos, nos susurrara historias de antiguos seres mitológicos
constructores de misteriosos círculos pétreos, de contrabandistas, de bosques
profundos de hayas y robles, de carboneros, y de mil y una historias viejas y
sabias.
HAYEDOS
Muchas
son las rutas que nos permiten acceder a ella, como la que se interna por los
densos hayedos de Artikutza, o la que nos coloca en la cima en rápidamente
desde el propio alto de Bianditz, o la que sube desde los altos de Agiña. Pero
hay una ruta a la que le tengo un cariño especial, una ruta bella, un tanto
sentimental, en la que el viento nos mecerá en sus alas, y suavemente nos
llevara por los collados abiertos hasta la cima. Se trata de la senda que parte
del puerto de Aritxulegi, tras pasar por el refugio viejo, uno de los pocos
libres y con un estado de conservación fantástico, el camino va ganando altura
siguiendo los mojones que delimitan las tierras de Lesaka y Oiartzun,
curiosamente los quince mojones que nos encontramos, tienen nombre propio,
tomados del santoral y con advocación propia, de esta forma pasamos junto al
mojón de Santo Tomás, San Juan, San Bartolomé, San Matías, San Mateo, San
Felipe, San Judas, San Simón, Santiago el Menor, San Andrés, San Pablo y San
Pedro, entre otros, curiosidades de nuestras montañas.
REFUGIO VIEJO DE ARITXULEGI
El
camino alcanza suavemente unos preciosos ejemplares de hayas trasmochas que nos
ofrecen su sombra ante un paisaje impresionante,
HAYA EN EL CAMINO A BIANDITZ
despacio llegamos a un collado
bajo la imponte mole del pico Errenga, desde aquí se nos presentan dos posibilidades,
por una parte podríamos ascender la cuesta que tenemos frente a nosotros para
hollar la cima de Errenga, y descender posteriormente por la otra vertiente
hasta el collado de Mairubaratza,
BIANDITZ DESDE EL CROMLECH DE MAIRUBARATZA
o bien tomar el camino que hacia nuestra derecha
gana altura más pausadamente, y que nos llevaría hasta el mismo collado de
Mairubaratza.
CAMINO A BIANDITZ
Sea cual sea nuestro camino, al llegar a este collado se siente
que estas en un lugar magico, impresionante, abierto a los cuatro vientos,
frente a nosotros la cima de Bianditz se presenta atractiva, magnética, pero
merece la pena detenerse unos momentos en este colladito y contemplar el
conjunto de cromlechs que guarda celosamente. Los hombres prehistóricos ya
sintieron el magnetismo del lugar y allí decidieron ubicar estos monumentos
funerarios que datan del Bronce final y Edad del Hierro, círculos de piedras
hincadas en el suelo, fieles guardianes de un pasado remoto, misterioso,
probablemente sólo ellos sepan realmente su auténtico porqué, su esencia misma
y tal vez en ese enigma estribe su enorme magnetismo. La mitología ha asociado
estos monumentos megalíticos a unos personajes conocidos como mairus, así
mairubaratza significaría huerto o cementerio de los mairus, estos seres son
tipos de hombre de otros tiempos, no cristianizados, paganos por tanto, y de
fuerza descomunal.
CROMLECH DE MAIRUBARATZA
Pero
continuemos descubriendo los secretos de esta montaña sin igual, retomamos
nuestro camino, acompañados del viento vamos ganando altura poco a poco hasta
situarnos en la cota de Hirumugarrieta donde otro interesante conjunto de
cromlechs nos aguarda para susurrarnos su misterioso pasado. En este lugar encontramos
con otra de las curiosidades que nos tiene reservada el Bianditz, un curiosa
piedra que a modo de mojón, presenta una talla en una de sus caras,
representando el báculo cruzado con una barra horizontal, símbolo de la antigua
orden militar de Roncesvalles, marca los límites de Artikutza, terrenos que
pertenecieron a los monjes de Roncesvalles durante los siglos XIII a XIX,
debido a una donación de la monarquía navarra, de aquí los monjes obtenían
importantes beneficios, pues cobraban rentas a las gentes que explotaban el
bosque, como eran pastores o carboneros.
MOJON DE RONCESVALLES
La cima
de Bianditz queda al alcance de la mano, solo tenemos que dejarnos llevar por
las alas del viento siguiendo el precioso cordal que llega hasta ella.
CORDALES DE BIANDITZ
Desde su
cúspide la vista es maravillosa, dominado gran parte de la costa vasca y
landesa, al fondo las nevadas cumbres pirenaicas nos hablan de montañas altas,
hermosas de aspecto inaccesible, con una atractivo difícilmente resistible para
quienes amamos subir montañas,
HORIZONTES INFINITOS
nos entretenemos en jugar a descubrir los
cientos de picos que se abren ante nosotros, Txindoki, Anboto, Larrun,
Ibantelli, Auza, Mendaur, Jaizkibel, Ernio,…más cerca las cumbres de
Bunanagirre y Zaria nos marcan el paso hacia el imponente y enigmático cromlech
de Oianleku, y un sinfín de montañas que nos invitan a subirlas a tratar de
embaucarlas para que compartan con nosotros, su magia, sus misterios y sus
secretos más profundos, de tratar de convencerlas de que formen parte de
nosotros.
CROMLECH DE OIANLEKU
Pero hoy estamos aquí en lo alto de esta bella montaña, descendemos
por el mismo camino hasta el collado de Mairubaratza, pudiendo ascender al
Errenga, y continuamos el sendero agradeciendo a la montaña lo vivido, lo
compartido allí arriba.
REFUGIO VIEJO DE ARITXULEGI
Solo nos resta encender un vivificador fuego en el
refugio viejo y disfrutar de la charla, de la compañía y de la incomparable sensación
de habernos dejado mecer por las alas del viento.
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