TXINDOKI
Hay montañas que nos atrapan de forma irremediable, sus formas nos atraen con una fuerza magnética a la que nadie, que ame las montañas, puede resistirse, montañas que se nos antojan inaccesibles, altas, sublimes, inalcanzables, pero algo inexplicable, nos impulsa a intentar embaucarlas, a intentar convencerlas de que nos dejen disfrutar de sus secretos.
Una de esas montañas es el pico Txindoki, un hermoso espolón calizo
que se alza en tierras gipuzkoanas, como si de un faro pétreo se tratara cierra
la mítica sierra de Aralar por el norte, allí donde la montaña se precipita en
profundos barrancos, hay quien dice que se asemeja al mítico monte Matterhorn o
Cervino, ubicado en los Alpes suizos.
Si bien su nombre más conocido es Txindoki, este topónimo parece que haría referencia a una majada pastoril ubicada cerca de la cima, al este de la misma, su nombre auténtico sería Larrunarri o Ñañarri. No es el pico más alto de ningún catalogo conocido, ni el más difícil de algún otro catalogo empeñados en encasillar las montañas, pero su fuerza, su telúrica energía forma parte de muchos de los que amamos esta sierra magnética.
MATTERHORN
Si bien su nombre más conocido es Txindoki, este topónimo parece que haría referencia a una majada pastoril ubicada cerca de la cima, al este de la misma, su nombre auténtico sería Larrunarri o Ñañarri. No es el pico más alto de ningún catalogo conocido, ni el más difícil de algún otro catalogo empeñados en encasillar las montañas, pero su fuerza, su telúrica energía forma parte de muchos de los que amamos esta sierra magnética.
Txindoki lanza como un espolón hacia el cielo sus 1.342 metros de
altitud, visibles desde múltiples lugares de nuestra geografía, se mire desde
donde se mire, es una montaña que siempre se reconoce, que atrae nuestra
mirada, nuestro deseo de subirla una y otra vez.
Guardiana de ancestrales leyendas, como aquella que nos cuenta que cerca
de su cima la diosa Mari, la principal deidad del panteón vasco, tiene una de
sus moradas, se trata de Marizulo, una fabulosa cueva en la que habita la
diosa, es esta una de sus múltiples moradas, junto con otras ubicadas en otras
montañas como Murumendi, Aketegi,…. Dicen las leyendas que se sabe cuando la
diosa está en una u otra de sus moradas, porque una neblina cubre la cima del
pico, pero no se trata de niebla, sino del humo que emana su chimenea.
Muchas son las rutas que alcanza su vértice, el más transitado, quizás demasiado, en algunos momentos, es el que parte del barrio de Larraitz, perteneciente al municipio de Abaltzisketa. La ruta comienza en el área de Zamao, tras haber dejado atrás la ermita de la Virgen de Los Remedios.
TXINDOKI. MARI ESTA EN SU CUEVA
Muchas son las rutas que alcanza su vértice, el más transitado, quizás demasiado, en algunos momentos, es el que parte del barrio de Larraitz, perteneciente al municipio de Abaltzisketa. La ruta comienza en el área de Zamao, tras haber dejado atrás la ermita de la Virgen de Los Remedios.
ERMITA DE LA VIRGEN DE LOS REMEDIOS EN LARRAITZ
Me gusta llegar a Larraitz aún de noche, con las estrellas iluminado el cielo y la luna alumbrándome en mi solitario caminar, tomar entonces la ruta hacia lo más alto de la montaña, es una sensación que me hace sumergirme un poquito más en mi interior, esa introspección unida al nerviosismo de la ruta, al caminar despacio hacia su vértice, es algo difícilmente repetible, es entonces cuando el silencio de la montaña te envuelve, te atrapa en sus dulces redes tejidas de árboles, praderas, rocas, sentimientos, vida, libertad. Es en ese momento en que caminas despacio rodeado de una soledad total, de un abrumador silencio cuando se funde tu alma y la montaña, cuando eres realmente libre, libre de criticas, de condicionamientos, de envidias propias y ajenas, de sies y noes, de dudas e incluso de certidumbres. Quizás sea eso, esa libertad extrema, dulce, salvaje, primigenia la que nos hace amar las montañas, quizás sean ellas las que nos devuelven por unos instantes a nuestro yo original, a nuestro ser más arcaico y profundo. Quien sabe, amigo, o tal vez sencillamente se trate de una caricia, o muchas, mutuas, entre los vientos profundos de las montañas y nuestras botas en la hojarasca, en el barro de los caminos o en las dulces praderas de altura.
Una pista evidente acaricia la cara norte de la montaña, a nuestra
izquierda queda la peña de Neskarri y su enigmática leyenda, el camino va
ganando altura poco a poco, dejando a nuestra derecha la ruta que se dirige
hacia Auza Gaztelu.
Cruzamos una puerta metálica antes de que el camino se interne en un pinar, en este punto encontramos una cruz en una roca que pudiera marcar el ancestral camino hacia San Miguel in Excelsis o algún suceso que pudo acaecer en estas lindes, la historia se ha perdido en el tiempo, pero allí sigue como un testigo que guarda para sí el porque de su existencia.
Hemos pasado a la vertiente oeste de la montaña, que nos regala unas extraordinarias vistas de sus vertiginosas paredes, reducto acotado para escaladores. Alcanzamos así la fuente de Oria Iturri, encajonada entre las paredes de Txindoki y la preciosa vista del pico de Auza Gaztelu, que se muestra ante nosotros hacia el oeste, atractivo, inexpugnable pero profundamente hermoso.
Poco a poco el día se despereza, las sombras van adquiriendo formas, maneras reconocibles, los entresijos de la noche se retiran alas profundidades insondables de la tierra, las montañas que solo intuíamos, que sentíamos sin ver, van adquiriendo forma como en un óleo colorista, bajo el sol recién nacido que baña de color todo a sus pies, las sombras van poco a poco adquiriendo sentido, o simplemente somos capaces de interpretarlas.
AUZA GAZTELU
Cruzamos una puerta metálica antes de que el camino se interne en un pinar, en este punto encontramos una cruz en una roca que pudiera marcar el ancestral camino hacia San Miguel in Excelsis o algún suceso que pudo acaecer en estas lindes, la historia se ha perdido en el tiempo, pero allí sigue como un testigo que guarda para sí el porque de su existencia.
MISTERIOSA CRUZ CAMINO DE TXINDOKI
Hemos pasado a la vertiente oeste de la montaña, que nos regala unas extraordinarias vistas de sus vertiginosas paredes, reducto acotado para escaladores. Alcanzamos así la fuente de Oria Iturri, encajonada entre las paredes de Txindoki y la preciosa vista del pico de Auza Gaztelu, que se muestra ante nosotros hacia el oeste, atractivo, inexpugnable pero profundamente hermoso.
FUENTE DE ORIA ITURRI
Poco a poco el día se despereza, las sombras van adquiriendo formas, maneras reconocibles, los entresijos de la noche se retiran alas profundidades insondables de la tierra, las montañas que solo intuíamos, que sentíamos sin ver, van adquiriendo forma como en un óleo colorista, bajo el sol recién nacido que baña de color todo a sus pies, las sombras van poco a poco adquiriendo sentido, o simplemente somos capaces de interpretarlas.
AMANECE CAMINO DE TXINDOKI
Tras la fuente, es posible recortar tiempo de ascensión si tomamos la
canal que asciende hacia nuestra izquierda y que nos llevaría en fuerte
pendiente hasta el collado de Egurral. Pero para subir a esta cima es mejor
disponer de tiempo, de disfrutar de cada segundo, de cada paso, así que seguiremos
por su ruta clásica, más larga pero mucho más atractiva. Un evidente camino que
salva un fuerte desnivel nos llevará hasta el collado de Zirigate, cercano a
una majada de pastores, símbolo de esta sierra.
Desde aquí el panorama es sublime, dominando un amplio paisaje de montañas y de valles, a nuestra derecha se pierde el camino que nos llevaría hasta el recóndito y encantador valle de Alotza, que esconde celosamente la leyenda del menhir de Saltarri.
Pero hoy hemos de continuar hacia nuestra izquierda, buscando esa cima que nos contempla desde las alturas, de aspecto difícil pero cautivador.
Poco a poco el camino va ganando altura hasta llegar al colado de Egurral, un sitio de referencia, donde parar un momento en nuestro caminar y reponer fuerzas antes de lanzarnos hacia la impresionante cuesta que tenemos frente a nosotros. Es curioso, siempre que he llegado a este collado abierto a la caricia del viento, he sentido cierto temor, o respeto hacia la cuesta que se presenta ante nosotros, es el último tramo de ascensión al vértice de Txindoki, pero visto desde aquí, a más de uno nos han dado ganas de darnos la vuelta y buscar rápidamente el valle.
Pero sigamos adelante, despacio, sintiendo cada paso, dejándonos embaucar por la llamada telúrica de la montaña, poco a poco vamos ganando altura, hasta que de repente ya no hay más cuesta que subir, fugazmente, sin darnos cuenta, estamos en la cima. Es un momento mágico, aquí confluyen todas las rutas, aristas, paredes y caminos que osan acariciar la montaña, estamos en la cumbre, en lo más alto, la montaña, nos ha permitido acariciar su misterio, mostrarnos su cúspide, compartir con nosotros sus más profundos secretos. Nos entretenemos en dejarnos acariciar por el sol de su cumbre, jugamos a descubrir los mil y un picos que la vista alcanza a ver, a buscar los valles, los ríos, la mar….. Estamos en comunión con la montaña con nuestra montaña, nos cuesta arrancarnos de su vértice pero es hora de bajar, de agradecer a nuestra cima su complicidad, su regalo, es hora de desandar el camino despacio, sin prisa, saboreando lo vivido allí arriba, regresamos al valle, a contemplar la montaña desde la “seguridad” del mundo civilizado, o quizás estemos más seguros en la magnificencia de las cimas, quien sabe, cada cual busca sus respuestas donde puede.
VISTA DESDE EL COLLADO DE ZIRIGATE
Desde aquí el panorama es sublime, dominando un amplio paisaje de montañas y de valles, a nuestra derecha se pierde el camino que nos llevaría hasta el recóndito y encantador valle de Alotza, que esconde celosamente la leyenda del menhir de Saltarri.
MENHIR DE SALTARRI EN ALOTZA
Pero hoy hemos de continuar hacia nuestra izquierda, buscando esa cima que nos contempla desde las alturas, de aspecto difícil pero cautivador.
TXINDOKI DESDE EL COLLADO DE ZIRIGATE
Poco a poco el camino va ganando altura hasta llegar al colado de Egurral, un sitio de referencia, donde parar un momento en nuestro caminar y reponer fuerzas antes de lanzarnos hacia la impresionante cuesta que tenemos frente a nosotros. Es curioso, siempre que he llegado a este collado abierto a la caricia del viento, he sentido cierto temor, o respeto hacia la cuesta que se presenta ante nosotros, es el último tramo de ascensión al vértice de Txindoki, pero visto desde aquí, a más de uno nos han dado ganas de darnos la vuelta y buscar rápidamente el valle.
COLLADO DE EGURRAL
Pero sigamos adelante, despacio, sintiendo cada paso, dejándonos embaucar por la llamada telúrica de la montaña, poco a poco vamos ganando altura, hasta que de repente ya no hay más cuesta que subir, fugazmente, sin darnos cuenta, estamos en la cima. Es un momento mágico, aquí confluyen todas las rutas, aristas, paredes y caminos que osan acariciar la montaña, estamos en la cumbre, en lo más alto, la montaña, nos ha permitido acariciar su misterio, mostrarnos su cúspide, compartir con nosotros sus más profundos secretos. Nos entretenemos en dejarnos acariciar por el sol de su cumbre, jugamos a descubrir los mil y un picos que la vista alcanza a ver, a buscar los valles, los ríos, la mar….. Estamos en comunión con la montaña con nuestra montaña, nos cuesta arrancarnos de su vértice pero es hora de bajar, de agradecer a nuestra cima su complicidad, su regalo, es hora de desandar el camino despacio, sin prisa, saboreando lo vivido allí arriba, regresamos al valle, a contemplar la montaña desde la “seguridad” del mundo civilizado, o quizás estemos más seguros en la magnificencia de las cimas, quien sabe, cada cual busca sus respuestas donde puede.
Hay otros caminos que llegan a su cima, por el bucólico y delicioso
vallecito de Muitze,
por la calzada de Enirio, o por donde cada cual desee perderse y reencontrarse con ese Aralar atractivo, misterioso, solitario, y tal vez con uno mismo.
Acercaros ha esta sublime montaña, enamoraros de sus aristas, de sus senderos, de sus vertiginosas paredes, de sus leyendas y su magia, pero acercaros, subirla,
MUITZE
por su alpina arista oeste, desde los vallecitos de
Ondarre, desde Igaratza por Alotza,
IGARATZA
por la calzada de Enirio, o por donde cada cual desee perderse y reencontrarse con ese Aralar atractivo, misterioso, solitario, y tal vez con uno mismo.
Acercaros ha esta sublime montaña, enamoraros de sus aristas, de sus senderos, de sus vertiginosas paredes, de sus leyendas y su magia, pero acercaros, subirla,
escalarla, ,caminarla, contemplarla, acariciarla, lo que
más os apetezca, pero sentirla, disfrutarla, no os defraudará, su energía os
acompañará durante mucho tiempo, dejar que os enamore, si os acercáis a su
magia, formará parte de vosotros, y siquiera por un momento fugaz pero mágico,
formareis parte de ella.
Espectacular Aitor!
ResponderEliminarEs una montaña que nos encanta, pero con tu relato(llamarlo descripción sería muy pobre por mi parte) nos hemos vuelto a enamorar....eskerrik asko!!
Las fotos geniales!
Una vez mas te felicito, mi querido amigo, por describir y relatar tus andanzas por las cumbres, valles y caminos de tan increible belleza.Nos deleitas con ese caminar pausado, lleno de sabiduría y hecho por un hombre con mucha sensibilidad y humildad, que goza y nos hace gozar con tanta belleza,que de otra manera no degustariamos nunca, como el buen comer en buena compañía.Mina esker Aitor y un abrazo enorme.
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