viernes, 18 de septiembre de 2015

LA VISITA DEL AINGERU A IGARATZA. FERVOR EN LA SENCILLEZ

RECIBIMIENTO AL "AINGERU" EN LOS ALTOS DE ERRENAGA

Cada año, fiel a su cita con la tradición, la imagen del Arcángel San Miguel, abandona, por unas horas, su templo en 
las alturas de Aralar, para visitar la ermita de Igaratza, escondida en el hermoso paraje de Errenaga, allí donde Aralar nos muestra uno de sus muchos secretos, descubriéndonos un paisaje de horizontes abiertos hacia el oeste. 

SANTUARIO DE SAN MIGUEL IN EXCELSIS

ERMITA DE IGARATZA

VISTA DESDE IGARATZA

Es esta visita el único momento del año, en que el “Aingeru” visita territorio gipuzkoano, tras haber llevado a cabo su periplo por diferentes localidades navarras en los meses previos. Es esta una costumbre relativamente reciente, pero que tiene una raigambre especial, profunda en las almas de quienes amamos la sierra de Aralar.

IGARATZA

Esta singular tradición, data del año 1947, cuando se inauguró la ermita de Igaratza, desde esta fecha, cada principio del mes de agosto, la entidad montañera “Aralarko Adiskideak-Amigos de Aralar” de Tolosa, organiza una jornada festiva cargada de encanto, magia y fervor popular, a la que acuden cientos de peregrinos. 

REFUGIO DE LOS AMIGOS DE ARALAR

Allá por el año 1946, se inauguró, concretamente el día 15 de septiembre, una modesta capilla en Igaratza bajo la advocación de la Virgen de Arantzazu, con el fin de que los pastores que se hallaban en la montaña, pudieran asistir a la misa dominical, pues los templos de los pueblos circundantes de la sierra, les quedaban a varias horas caminando. Inicialmente se decidió celebrar el oficio religioso desde el 1 de mayo hasta el 1 de noviembre, pues en las fechas restantes, los rebaños y sus pastores transhumaban, buscando la calidez de los valles. Pronto, la ermita se quedó pequeña, y se amplió reinaugurándose la nueva capilla el día 21 de septiembre de 1947, y fijando las misas entre el tercer domingo de mayo y el tercer domingo de octubre.
La cita es un evento sencillo, silencioso, profundamente íntimo, son muchos los peregrinos que acuden a Igarazta por el abrupto camino de Minas, o por las sendas de Lizarrusti, desde el valle de Larraul por Prantzes Erreka, o por el paraje de Amorleku desde Uharte Arakil, por Uztoki subiendo desde Lakuntza, por la ancestral calzada de Enirio o por Burdingurutzeta. 

PRANTZES ERREKA

CALZADA DE ENIRIO

Cada uno por su camino, a su forma, sin protocolo, sin normas ni restricciones, algunos en solitario inmersos en sus pensamientos, otros en familia, pero sin prisa, sabedores de que vivirán una jornada y una experiencia única, en su humildad, que contrasta con el enorme fervor que se respira. Otros muchos deciden acompañar la imagen del “Aingeru” en su camino desde la emblemática Guardaetxe o casa del guarda, actualmente sólo hay un solar vacío donde se encontraba el entrañable refugio, un solar vacío en el que se esconden profundos recuerdos de muchos de nosotros al calor de su fuego, un solar vacío fruto del absurdo, del intento de restar carácter a nuestra montaña, pero continuemos nuestro camino, no sea que donde hoy hay un solar vacío pronto haya un restaurante de comida rápida. Allí llega la efigie desde su santuario en lo alto de la montaña, la expectación es máxima entre los presentes, y todos se acercan a ver la imagen durante el ratito que queda expuesta antes de iniciar la ruta. 

EL "AINGERU" EN GUARDETXE

Poco a poco los montañeros van poniéndose en marcha junto a los portadores de la imagen que irán turnándose en su cometido hasta los altos de Errenaga. 

CAMINANDO HACIA IGARATZA CON EL "AINGERU"

Es una experiencia única acompañar al “Aingeru” en su camino entre la verde cúpula de hojas de las hayas, algún rayo de sol, tímido se cuela entre las hojas iluminado la plata sobredorada que cubre la imagen de madera, un caminar lleno de magia, de compañerismo y de profunda belleza. Poco a poco va desgranándose el camino, tras pasar el característico alto de Korosabarrena, se avista el mítico paraje de Pago Mari, unido a la leyenda que le da nombre, las alturas de la sierra van asomando entre el hayedo y los laberintos calizos, tímidas, guardando celosamente todos esos tesoros que nos tienen reservados a quienes acariciamos sus laderas con nuestras viejas y gastadas botas. Como si de un arcaico canto de sirena se tratase, es inevitable sentir una telúrica atracción hacia esas cimas, sentir el impulso magnético de lanzarnos hacia ellas a caminarlas, a sentirlas, a embaucarlas para que aunque sea fugazmente compartan con nosotros sus insondables misterios. Pero hoy no es el momento, hoy estamos inmersos en un ancestral rito, acompañamos sin prisa a la esfinge de Aralar, que atesora leyendas, cuentos, historias e historia, amor, fervor, sentimiento, magia, un tesoro entre las manos de sus potadores. 

CON EL "AINGERU"

Poco a poco vamos llegando a los ocultos pasos de Ormazarreta, donde se esconde celosamente una profunda y conocida sima, se atisba, ya, el alto de Errenaga, allí junto a la muga esperan cientos de romeros que han acompañado al Cristo de la ermita de Igaratza, que ha salido ha recibir como se merece al “Aingeru”. 

CON ERRENAGA A LA VISTA


RECIBIMIENTO AL AINGERU

Es un momento profundamente hermoso, la emoción se refleja en los rostros cuando ambas imágenes se besan bajo la atenta mirada de los presentes y de las magnificas montañas de Aralar. 

LLEGANDO A ERRENAGA

Juntos descienden por el caminito hasta la ermita, donde a las doce del mediodía se celebra la misa, en el exterior, sobre un altar provisional, los fieles se reparten alrededor sobre la hierba de Igaratza, es un momento lleno de magia, bello en su sencillez y humildad pero magnifico en su fervor.

CAMINANDO HACIA LA ERMITA BAJO LA ATENTA MIRADA DEL PUTTERRI


EL "AINGERU" EN LA ERMITA DE IGARATZA


Tras los oficios religiosos viene el momento de la música y el baile, poco a poco los romeros van tomando posiciones para disfrutar de la jornada festiva. Llegada la tarde, cada uno va retornando a su ritmo por los mil y un caminos de la sierra, despacio, caminando llenos de emoción y sentimiento, de vivencias y de satisfacción, con el viento susurrándoles mil y una historias de nuestra sierra, y con el orgullo de haber sido parte, siquiera por un instante de la vieja tradición de la montaña.

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